Entrevista a Juan Luis Monedero, autor de "Mínima verosimilitud"
Pensamos que conocer al autor y el proceso que llevó a cabo para poder escribir su libro resulta interesante al momento de leer una obra. Por ello, hemos entrevistado a Juan Luis Monedero, autor de Mínima verosimilitud.
¿Cuándo y por
qué decides crear tu libro?
No soy
historiador ni poseo conocimientos profundos acerca de historia, pero siempre
me ha gustado esa temática en literatura. Abundan, bien lo sé, las novelas
situadas en otras épocas que se reflejan de modo más o menos fidedigno en los
textos, pero no son tan frecuentes las narraciones cortas. Yo siempre me he
dedicado al relato breve y la verdad es que tenía escritos varios cuentos de
ambientación histórica que había incluido en diferentes números de la revista literaria
«El despertar de los muertos» (www.eldespertardelosmuertos.es).
Algunos de ellos lograron en su día buena acogida entre los lectores. Como
también tenía la idea para unos cuantos más, aún sin escribir, me pareció
oportuno agrupar mis preferidos de entre los antiguos y añadir los nuevos hasta
completar este volumen.
¿Por qué
elegiste llamar de esa manera a tu colección de relatos?
Me pareció un
buen título dado que las historias son todas de ficción, carentes de ningún
rigor histórico. La ambientación en uno u otro periodo surgió como necesaria
durante la redacción de cada cuento, como parte del paisaje y del ambiente,
pero también como elemento narrativo, ya que consideré que existía un vínculo
necesario entre la historia que deseaba narrar y la época y circunstancias en
que debía desarrollarse. Por otra parte, soy consciente de que la historia es
voluble y manipulable. Más allá de la idea generalizada de que el vencedor es
quien la escribe, inventando y rellenando huecos o mutilando lo que se
considera inconveniente, la historia y la historiografía poseen vida propia y
van alterándose en función de los deseos de quienes la estudian y redactan, así
como según la percepción que cada cual, y las sociedades en su conjunto,
adquieren del pasado. No en vano, muchas novelas históricas que describen
sucesos verídicos son incapaces de evitar asignar a sus personajes sentimientos
o percepciones contemporáneos. Más allá de que ello permita conectar mejor con
el público, me parece claro que muchas veces los autores no somos conscientes
de que el rigor pretendido se pierde al asignar a los protagonistas ideas
modernas acerca de religión, libertad, afectividad, sexualidad o todo tipo de
motivaciones y pensamientos anacrónicos. Tampoco se me escapa que en la
historia de cada pueblo abundan las leyendas, los personajes falseados, si no
inventados, y las situaciones debidamente adornadas, sean batallas o vergüenzas
propias y ajenas. Así en la historia de nuestro país, tan maltratada por unos y
otros, la visión ha ido cambiando siglo tras siglo, pero nunca se ha despegado
del todo de los orígenes fabulosos o los bulos regionalistas. No se explica de
otro modo el éxito secular de las invenciones de Annio da Viterbo que tanto
halagaron a nuestros antepasados.
También la
imagen de portada pretende explorar ese sentido de lo fabuloso e irreal. Yo
deseaba una ilustración que reflejara seres imposibles de los bestiarios
medievales y renacentistas. Por ello, al conocer los grabados de Ulisse
Aldrovandi para su Monstruorum historia, me pareció oportuno incluir
algunos de sus monstruos como presentadores de mi libro.
La mínima
verosimilitud de los relatos no implica, sin embargo, que no se intente dar
una coherencia interna a cada cuento ni que el contenido no pretenda ser
plausible, por más que completamente falso.
¿Cuánto tiempo
tardaste en reunir datos e información para poder escribir tu libro?
Es difícil
calcularlo. Al ser una colección de relatos elaborados a lo largo de varios
años, no recuerdo con exactitud el tiempo dedicado a documentar cada uno de
ellos. La ambientación no es rigurosa. Igual que, en muchos casos, no queda
determinado con precisión el momento histórico en que suceden. En ocasiones sí
se mencionan personajes reales, que concretan la cronología, pero ninguno es
actor principal en el relato, por más que su presencia pueda llegar a marcarlo.
En todo caso, la documentación solo pretende dar mayor credibilidad al relato
imposible, de modo que, si uno coloca la lupa sobre cada uno de los cuentos, se
nota que es solo superficial, sin alcanzar mucho detalle. Imprescindible,
igualmente, para que el relato se sostenga. Si escribes relatos de ficción con
personajes imaginarios tampoco tiene sentido empacharse de la fiebre de rigor
historicista que puede parecer adecuada para una novela realista.
Si tuvieras que
presentar este libro a nuestros lectores, ¿con qué palabras lo harías?
Ahora que se
estila tanto aquello de usar «palabras clave», que parecen concretar y definir
y tan solo ayudan a esos buscadores de Internet que usan la fuerza bruta de los
ordenadores junto con algoritmos matemáticos, me siento tentado de escribir una
breve lista con términos identificativos, algo así como «imaginación, humor,
inteligencia, emoción, humanismo», pero creo que no es posible encuadrar cada
relato con una o dos palabras. Diría, por ser menos concreto y al tiempo más
preciso, que mi libro es una broma amable que pretende hacer pensar, quizá
sorprender a veces, sin dejar de entretener, que es, después de todas las
profundidades que uno quiera otorgar a sus palabras, el objetivo último de
cualquier texto literario y, por supuesto, esta colección de relatos lleva por
bandera. ¡Ojalá lo haya conseguido!
¿En qué
ingrediente reside la fuerza de estas historias?
Yo diría que en
la humanidad de sus personajes. Se trata de distintas épocas y situaciones.
Pero creo que, en todas ellas, se puede reconocer el espíritu de los seres
humanos que se ven sometidos a diferentes circunstancias y experiencias e
identificarse con muchos de ellos o considerar que individuos semejantes
pudieron haber existido y los reconoceríamos, incluso con repugnancia o
desapego, como miembros de nuestra especie. En ese sentido, las emociones, el
humor o las dudas son actuales y así deben sentirse, aunque se presenten en
otras épocas y con diferentes protagonistas.
¿Cuál es tu
personaje favorito y por qué?
Me confieso
incapaz de tomar partido por ninguno de ellos. A todos, incluso a los más
patéticos o desagradables, les tengo cierto cariño. No obstante, hay algunos
por los que siento debilidad. Voy a señalar tres que, por diferentes razones,
me generan simpatía. Y me doy cuenta de que todos ellos aparecen en los únicos
relatos en que se menciona como factor fundamental el color de la piel. Creo
que es casualidad, aunque quizá sea el tema el que dio lugar a tres personajes
que me gustan especialmente. El primero es el despreciable protagonista de El
lunar, Blacksmith con su negro corazón y su fachada de meapilas que se cree
una suerte de Job puesto a prueba. El segundo el irlandés Fitzgerald quien,
siendo el más limitado intelectualmente entre los protagonistas de ¿Cómo
estás moreno?, es el único que se siente capaz de asimilar con naturalidad
la extravagante situación que se le presenta y mantener la flema británica que
los verdaderos ingleses pierden. Por último, por la emotividad del personaje y
la capacidad de sacrificio que demuestra, me quedó con Mariam, la mamá de La
salvación, capaz de todo para dar una vida mejor a su hija. Un cuarto
personaje al que quiero referirme es el niño de Sacos, con su visión
ingenua y alegre de la guerra en la que participó el abuelo.
¿Cómo
describirías tu estilo?
Al hablar de uno
mismo, siempre resulta difícil no caer en la grandilocuencia, la falsa modestia
o la absoluta sinceridad, que no objetividad. Pretendiendo estar más cerca de
lo último que de lo primero, diría que, en general, el estilo es ágil y
cercano. Pero eso no evita que, en ocasiones, me dedique a divagar, o haga que
los pensamientos de los personajes divaguen. Quizá por eso, a veces, las frases
se alargan más de lo razonable. De todos modos, me parece que los relatos son
lo bastante breves como para que el ritmo se mantenga. A ello, creo yo, ayuda
también el punto de ironía que acompaña siempre los textos. En otras ocasiones,
y no digo que pretenda evitarlo, puedo parecer moralizante, pero, como ya he
indicado, me gustaría que los relatos fueran sugerentes e hicieran pensar,
además de divertir al lector. No creo que la lectura sea difícil ni mis
términos o expresiones complicados de seguir. Me gusta suponer que hay frescura
en ellos y el lector puede disfrutar con cada página. Espero que haya muchos
que tengan ocasión de manifestarme su opinión al respecto. Creo que lo relatos
son realmente interesantes.
¿Qué parte te
resultó más complicada de escribir?
Podría decir que
todas. O ninguna. Porque escribir siempre supone un esfuerzo de voluntad y una
disciplina. Los textos no se escriben solos ni la mente es siempre rápida al
convertir en palabras ideas que, como un fogonazo, parecen simples en el
pensamiento. En mi caso, casi siempre tengo el argumento principal en la cabeza
antes de iniciar la escritura, final incluido. Pero el diablo está en los
detalles y, cuando empiezas a poner negro sobre blanco, surgen giros
inesperados, nuevas imágenes que se mezclan con las anteriores e ideas que
requieren ser escritas de un modo determinado y diferente al que te planteaste
desde un inicio. Entonces el esfuerzo es aún mayor, como en cualquier
alumbramiento en que una criatura nace a la vida. Pero, al poner el punto y
final, si quedas satisfecho con lo escrito y decides no seguir cambiando el
texto dando por bueno el parto, el resultado merece todos los esfuerzos
invertidos. Tu pequeño te proporciona una alegría momentánea e intensa que
deseas poder transmitir y ver reflejada en cualquier lector que se acerque a tu
obra. Espero que el lector pueda disfrutar cada página de este libro. Yo,
cuando menos, estoy orgulloso del resultado.
En otro orden de
cosas, diría que también la brevísima dedicatoria supuso para mí un soberano
esfuerzo de síntesis, porque quería reflejar en ella todo mi cariño sin dejar
de resultar sugerente. Confío en haberlo conseguido.
¿Quién o quiénes
fueron los primeros en leer este libro? ¿Cuál fue la primera impresión?
Aparte de mí,
solo la gente de Adarve. Quizá Luis Folgado, cuando me pidió textos para
escoger qué libro publicar bajo ese sello. Después, completo, solo lo ha
leído mi mujer. Por partes, como ya he indicado, varios de los cuentos ya
habían sido leídos por unas cuantas decenas de lectores, muchos de ellos
amigos, que tuvieron a bien comentarme sus impresiones de los textos de la
revista donde aparecieron. Los nuevos pretendían ser una sorpresa para ellos,
mis lectores de tiempo atrás, igual que el conjunto lo será para quienes se sientan
atraídos por esta colección sin conocerla. Tanto los primeros cuentos como los
últimos, eso sí, han sido revisados y repasados por la editorial y por mí antes
de salir a la luz. Quiero creer que el resultado merece la pena.
¿Cómo definirías
la experiencia de trabajar con la Editorial Adarve?
A algunos
miembros del equipo ya los conocía antes de Mínima verosimilitud. En
conjunto debo señalar la profesionalidad en el trabajo, así como la
colaboración brindada en cada momento del proyecto. Falta que la difusión del
libro ayude a dar lustre y sentido a nuestro común esfuerzo.
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