Entrevista a Ivo Basterrechea Sosa, autor de Ave María Habana
Ivo Basterrechea Sosa es un poeta, editor y guionista, autor de poemarios como Alma desnuda, Milagros, así como del libro de cuentos La virgen de Paul Anka y la novela policíaca El reverendo, entre otras. Ave María Habana es una historia de lazos de sangre narrada en La Habana de 1863. Os invitamos a conocer más a través de esta entrevista.
Número de páginas: 340
Formato: 150 x 230
Colección: Imperium
Autor: Ivo Basterrechea Sosa
Sinopsis: Vidalina, junto a su tía Fredesbinda, regresa a La Habana de 1863, luego de veinte años de ausencia. La curiosidad por el destino de sus padres la lleva a conocer una macabra conspiración entre su tía y el mayoral, en contubernio con un grupo independentista empeñando en recuperar la recaudación en oro de la Junta Patriótica. La historia transcurre en la villa colonial (hoy Habana Vieja), en el contexto de la pandemia del morbo asiático (cólera) de 1833 a 1863, período en que introducen particas de yucatecos y chinos (culíes) como mano de obra, trayendo consigo sus costumbres y vicios, aumentando una población que pedía a gritos la demolición de los muros de la muralla. Ave María Habana es una novela rigurosamente histórica sobre la capital, protagonista de los cabildos en el día de los Reyes Magos, la vida de los niños mataperros, la de los ñáñigos y sus sociedades abacuá, y la de los presidiarios en las Canteras de San Lázaro, donde la trama y los personajes que conviven dentro de esa realidad histórica, son ficticios.
Háblanos un poco
de ti.
Nací en un pueblo dividido por un río,
que era el patio de mi casa, y antes que, una crecida de ese río se llevara hacia
el mar el barrio donde nací, desde mucho antes ya el mar era el portal de mi segunda
casa, que el manglar y la caña de azúcar la separaban de las líneas del tren y
del viejo espigón que desde donde comenzaba, estaba rodeado por enormes tanques
de miel de purga, y allá en lo hondo del mar finalizaba su pilotaje y la
tablazón de guayacán, en una plataforma donde los estibadores y carretilleros
descargaban los sacos de azúcar de las planchas del tren para cargar las
patanas, que los llevaban al barco empequeñecido entre el mar y el cielo. Un
cielo casi siempre, en tiempos de zafra manchado por el humo negruzco, salido
de una elevada chimenea, que, a intervalos, junto a un silbatazo grave sostenido
por más de dos kilómetros requería la presencia de mi padre en el ingenio. Y
cuando aquel humo dejaba de existir, llegaba el tiempo muerto que obligaba a mi
padre lanzar las nasas al mar. Un día la enorme chimenea parecida a uno de los
cigarros que fumaba mi papá, dejó de ser incógnita a la curiosidad del niño, porque
nos fuimos a vivir hacia el centro del pueblo, muy cerca del batey, en la
tercera casa en que viví. Una casa grande que hacía esquina entre una calle
cementada, y otra de cascajos, enarenada que, en aquellos momentos, era más
transitada por caballos y carretones, y por los negros y los campesinos de
monte adentro pregonando sus mercancías, y terminaban vendiendo en la venduta,
primero de mi tío y luego de mi padre, donde a un lado los merchantes al estilo
oeste, anudaban sus bestias. Es en esa venduta confluyeron los olores de las
frutas, la marisma, la miel, la tierra removida, la caña recién cortada, y las
leyendas marinas de un caserío de pescadores, con los olores de España venidos en
las aceitunas, la cidra, las manzanas, en los vecinos gallegos, asturianos, y
hasta moros y gitanos, una mezcla de colores de gente y olores, como el café
criollo, el jamón, el aguardiente, el tasajo y otros tantos eliminados por la
ideología comunista, y por azares de la vida, un día el monstruo barbado desembarcó
a veintitantos quilómetros de mi pueblo, antes de yo nacer, acabando de un
plumazo con toda una tradición que solo en recuerdos arrastro conmigo. En aquel
ambiente crecieron mis travesuras hasta ser un adolescente llegado a La Habana.
Viví en La Habana, donde mis travesuras aumentaron, y mientras disfrutaba la
ciudad a pesar del dolor de verla caer en pedazos, en cada pedazo había una piedra,
y en cada piedra había música, y cada piedra olía, y contaba una historia. La
Habana, es mágica porque sintetiza las costumbres de propios y extraños en
cinco siglos. ¡Nunca hubiera abandonado La Habana!
¿Qué podremos encontrar entre las páginas
de Ave María Habana?
El azote en 1833
de la epidemia del morbo asiático (cólera) en La Habana, hoy La Habana Vieja, rodeada
por un muro de unos casi cinco kilómetros de largo, un metro y medio de espesor,
y diez de altura, de piedras labradas rectangulares que formaban La Muralla de
La Habana, la que impedía la entrada del aire puro y retenía el contaminado,
diezmando una población sin distingo de raza, sexo, y edades. En ese contexto
se remonta parte de la historia, que comienza cuando la protagonista Vidalina,
junto a su tía Fredesbinda, regresa a La Habana en enero de 1863, luego de
veinte años de ausencia. La curiosidad por conocer el destino de sus padres la
lleva descubrir una macabra conspiración entre su tía y el mayoral Fermín, en
contubernio con un grupo independentista empeñado en recuperar la recaudación
en oro de la Junta Patriótica. Todas las vivencias de la infancia, transcurridas
en mi pueblo y contadas en la pregunta anterior, las vuelco en esa historia, en
ese período de historia, donde en 1847 por primera vez llegan a La Habana las
partidas de chinos culíes, las partidas de yucatecos, como manos de obra
barata, que, junto a los negros, a los criollos y peninsulares, conformaron un
amplio diapasón, de una masa poblacional heterogénea que caracteriza nuestra “cubanidad”.
Ave María Habana, es una novela rigurosamente histórica, pero los personajes
son ficticios donde en otros escenarios no narrados sino animados, el lector se
convierte en un personaje más dela época, me refiero a los desfiles de los
cabildos en el día de los Reyes Magos, la vida de los niños mataperros, la de
los ñáñigos (abacuá), las peleas de gallos, la vida de los presidiarios en las
Canteras de San Lázaro, la descripción de lugares históricos que en la
actualidad ya no existen como la Real Cárcel, el teatro Tacón, el Cementerio de
Espada que fue el primer Cementerio General de La Habana, que colindaba con la
Casa de locos de San Dionicio, que más tarde la convirtieron en una facultad de
medicinas, donde algunos de sus estudiantes fueron fusilados por profanar el
cristal de uno de los nichos del cementerio vecino, todo muy cerca del actual
parque Maceo, en el malecón habanero. En todo este medio se desarrolla la trama
ficticia de Vidalina, Fredesbinda, la historia de Rutilia con un final muy
fuerte, la de su hermana Micaela, y la de todos y cada uno de los personajes
que le dan vida a la historia que narro.
¿En qué ingrediente reside la fuerza de este
libro?
En cual ingrediente no, en cuáles ingredientes diría
yo. Los conflictos, que son varios, no sólo el conflicto del Vidalina que lleva
la historia del principio a fin, no, ese conflicto está rodeado por el de cada
personaje que coexiste con la protagonista, un conflicto muy fuerte, por ejemplo,
el de su prima Rutilia, el de Micaela la hermana gemela de Rutilia, el del
negro Tindo Lucumí, el de su padre Lucio, el de Geno, y lo mejor que todos
convergen en el conflicto principal de la narración, y terminan precisamente en
el mes y año (agosto de 1863) donde comienza el derribo de esa gran muralla de
La Habana, que siempre fue el testigo principal de la historia narrada. Existen
otros ingredientes de fuerza dado por la combinación narrativa en primera,
segunda y tercera persona, el rescate del elemento lingüístico de la época en
un discurso moderno, evitando el arcaísmo. La brevedad narrativa combinada
entre varias sub tramas que imprime dinamicidad al discurso. Estos son varios
de los ingredientes del libro.
¿Qué quieres
transmitir a través de este libro?
Además de dar
vida a la ciudad de La Habana, casi un siglo y medio atrás, he querido reflejar
una historia, que se desarrolla en una etapa donde la literatura cubana ha sido
saturada, pero muy saturada de una ideología donde los héroes y personajes del
colonialismo español fueron satanizados, pintados de malvados hasta el extremo,
y los “criollos cubanos” siempre de justicieros, creo que por ahí no va la
cosa, en toda sociedad hay un equilibrio donde en un bando hay de una cosa y en
el otro, hay tantas cosas iguales que en el primero. Y es eso una de las
cuestiones que quise transmitir. No existen personas tan buenas, buenas, ni tan
malas, malas. En una sociedad hay de todo sin importar el lugar ni los años.
Así es la vida, matizada con los claros oscuros.
¿Cómo describirías tu experiencia desde
el proceso creativo hasta tener el libro entre tus manos?
Todo un reto. Si uno se fija en la especie de dedicatoria cuando abres el
libro Ave María Habana, no es por la mera intención de mencionar nombres de
autores, más bien es para mencionar la obra de cada uno de esos autores, fueron
sus historias las que me llevaron a crear la mía, y para ello tuve, no
solamente que leer cada una de ellas sino también escudriñarlas, hacerlas mía,
y a la vez tratar de lograr que mi historia no se pareciera en nada a la de
ellos, que fuera auténtica, original, y creo haberlo logrado, y el creérmelo,
me llevó a concursar, y bueno, por lo menos quedó finalista en el premio HISPANIA
2019. Consciente estoy que un jurado no determina la calidad de una obra, pero
reconoce que en la obra hay calidad por encima de otras, y eso premia el
esfuerzo, complementado con el trabajo editorial, donde los editores y
diseñadores, más que libertad, te malcrían y llevan de la mano hasta lograr el
libro que concebiste. Es un trabajo en equipo entre el autor y la editorial
Adarve, mi total agradecimiento.
Me fascina la
historia. Ahora estoy enfrascado en varios proyectos históricos, los que te
obligan leer un sinnúmero de libros, que no te permiten elegir uno en
particular, sino manosearlos equis cantidad de veces y muchos los leo de
principio a fin. La inmensa mayoría de los libros que consulto son del siglo
XIX, y no sólo libros también revistas y periódicos de esa época.
¿Cuál es tu visión acerca del panorama
literario actual?
Aparentemente mi visión es contradictoria. Por un lado, te digo que
trabajo en proyectos que requieren cierta extensión de páginas, como novelas y
ensayos, (lo hago porque me gusta y lo disfruto), pero a la vez estoy
consciente que estos tipos de proyectos extensos, a la larga, dentro de varias
generaciones van camino a la extinción casi total. Los lectores son menos, la
tecnología los lleva a la pereza. Las editoriales y los autores se van
reinventando, ambos tendrán que ir a la velocidad de la tecnología de lo
contrario perecerán en el trayecto. Un claro ejemplo se vive en las redes
sociales, casi nadie va más allá de los encabezados, y los que lo hacen, buscan
la idea de lo escrito. Es un ejercicio constante y palpable. Los
“microrrelatos” llegaron para quedarse, y cada vez son mas los “mini”.
Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?
Terminar de limpiar un par de novelas “manuscritas”, una policíaca
(histórica) sobre el robo del diamante del capitolio de La Habana, y la otra
desarrollada, durante la toma de La Habana por los ingleses. También escritos sobre
Máximo Gómez, y otro sobre Martí, así como una recopilación de cuentos y
microrrelatos que andan dispersos.
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