Entrevista a Reynaldo Lugo, autor de la novela histórica "Alfonso de Borbón. El príncipe que leía el tarot y soñaba con mujeres"
Reynaldo Lugo, autor de la novela histórica Alfonso de Borbón. El príncipe que leía el tarot y soñaba con mujeres nos cuenta acerca de su trayectoria como escritor, sus lecturas favoritas y sus motivaciones.
¿Cuándo comenzaste a escribir?
Podría decir que en los años
sesenta; pero sería falso. En esa década mis propias experiencias humanas de
adolescente que vivía una convulsión social me hicieron sentir el poder de las
artes y en especial el de la literatura. Acababa de conocer ambas cosas. Lo
primero que vi en un teatro fue Fuenteovejuna y lo primero que leí, El
Quijote. Entonces la cultura, en su sentido creativo, se apoderó de mí,
haciéndome creer que tenía el don de la palabra escrita y que esa era un arma
contra los enemigos de clase.
Soy cubano ciento por ciento y no
reniego de la experiencia revolucionaria que marcó profundamente a un par de
generaciones. Negar el pasado es una traición a uno mismo. Por esos años vivía
en la piel de un personaje de novela, dentro de un sueño de aventuras y con un
código extraño que provocaba que nos deslumbráramos con todo lo que fuera
fruto de un pensamiento superior. Era el virus de la creación. Y sudando esa
fiebre no resultaba difícil creerme un escritor.
¿Cuándo llegaste a publicar?
Podría decir que solo cuando pude
apartar de mi mente la epopeya y ver las cosas desde la individualidad,
asumiendo las propias ideas y una
responsabilidad con la verdad que fue transformándose, como todo, hasta llegar
a ser mi verdad. Pero también sería falso. Publiqué antes de ese momento como
periodista y se editaron recopilaciones de mis artículos periodísticos
envueltos en la bandera cubana.
Después de una cura de mar a fines de
los ochenta y principios de los noventa, en tanto realizaba documentales para
la televisión, apartado de todo lo que no fuera la maravilla del archipiélago
cubano, fue que pude verme a mí mismo en el espejo que ya reflejaba otra
realidad y me dije lo que los curas en las bodas: Habla ahora o calla para
siempre. Y publiqué, rozando los últimos días del milenio.
Descríbenos brevemente tu trayectoria literaria.
Fue un inicio sorpresivo. Y podría
ser una historia demasiado larga. Un día decidí escribir una novela que
explicara cómo yo entendía la germinación en Cuba de un socialismo autocrático
en lugar de una democracia popular. Más bien concebí hacer una trilogía que
abarcara desde la insurrección armada contra el dictador Fulgencio Batista,
pasara por el momento climático que fuera la ruptura definitiva con los Estados
Unidos, la declaración del estado socialista y llegara hasta la Crisis de los
Misiles. Cuando comencé a trabajar en la investigación histórica no tardé en
darme cuenta de que pretendía hacer una radiografía del capítulo más caliente
de la Guerra Fría, y me percaté de que la Revolución originaria devino campo de
batalla entre los americanos y los rusos. Entonces, proyecté y escribí Palmeras de Sangre.
¿Háblanos de ella?
Hablaré, pero solo lo necesario
para que nadie piense que perdería su tiempo leyéndola. Es una novela que
podría parecer histórica por sus personajes, reales todos, pero es más bien
sicológica y está salpicada de amores y
odios. No deja de ser un thriller, aunque solo para calzar lo que tiene de
sicológico. Se desarrolla en Cuba y Miami entre los años 1937 y 1938. Su único
protagonista es Alfonso de Borbón y
Battenberg, el Príncipe de Asturias que fuera obligado a renunciar a la
sucesión al trono de España tras su matrimonio con una cubana durante el exilio
de Alfonso XIII y la Familia Real tras la llegada de la República.
Más tarde, Alfonso niega la validez de su
renuncia, encuentra referencias desconocidas en la democracia norteamericana y
tropieza en La Habana, tras su divorcio, con la oportunidad de regresar a la
España de la Guerra Civil, de espaldas a su padre, y mediar en el conflicto
armado.
Soy amante de la literatura histórica, aunque pasándole por encima
a los engendros seudo históricos de pinta hollywoodense con lo que se sustenta
una parte la industria editorial y a los
pretendidos escritores que dan trabajo a los negros literarios.
¿Cuáles son tus autores
favoritos?
Los que dejaron su huella en el subconsciente de mi adolescencia y
juventud. Los inolvidables de siempre: Cervantes, Dostoievski, Poe, los
clásicos de la novela negra norteamericana, los autores de las grandes
aventuras como Defoe, Stevenson, Verne, Conan Doyle, Twain… Los autores de la adultez dejaron otra huella
más consciente y, por tanto, menos emotiva.
¿Qué consejo le darías a un
joven que empezase a escribir ahora?
Que nadie nace escritor y que solo cortando huevos se aprende a
capar.
¿Qué futuro le ves al libro
impreso, frente a la pujanza de las nuevas tecnologías?
El libro en papel es un objeto que tú adquieres y atesoras, que
comparte contigo la cama, los días buenos y te hace menos infeliz en los malos.
Es un amigo siempre a mano, lleno de notas que te recuerdan lo que pensabas
hace veinte años. En cambio, es algo que habría que ir olvidando, como
olvidamos los coches tirados por caballos y como también tendremos que ir
olvidando el concepto de soberanía.
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