Entrevista a Alberto Martín-Aragón, autor de la novela "Los cobardes no saben beber despacio"






Los cobardes no saben beber despacio es una de esas novelas brutales que hacen cuestionar tu existencia, tus actos, tus ideas mientras ríes y piensas que quizás no eres tú quien está mal, sino el mundo entero... o tú y el mundo, o todos, todo... Alberto Martín-Aragón lo explica mucho mejor en esta entrevista. No os arrepentiréis de conocerle.




¿Cuándo y por qué decides crear tu novela?
 Fue una madrugada de invierno de hace cuatro años. Acababa de abandonar un bar de copas del centro de Madrid y estaba bastante borracho y melancólico. De pronto se me pasó por la cabeza que no sería mala idea dejarme atropellar por algún vehículo.  La calle estaba desierta y el silencio se iba agigantando a pesar de las voces lejanas de algunos ciudadanos ebrios y furiosos. Me sitúe en el centro de la calzada, me crucé de brazos y me quedé a la espera de que apareciera algún coche. Transcurrió un minuto, o dos, pero no pasó nadie. Entonces me dije: «Soy un gilipollas de órdago». Minutos después estaba acodado a la barra de otro bar. Mientras me bebía una cerveza infame, tomé conciencia de lo fácil que es arruinar todo, absolutamente todo, por no saber aplacar en un momento de crisis nuestro instinto de autodestrucción. No sé por qué, pero me pareció que podía escribir algo interesante sobre ese tema. Esa presunción me ha ayudado a sobrevivir hasta ahora.

¿Por qué elegiste llamarla de esa manera?
Porque no he bebido despacio en las épocas en que he tenido miedo a enfrentarme a la vida. Ahora creo que soy menos cobarde (o quizá no). Lo que tengo claro es que intento beber más despacio. ¿Lo consigo? Prefiero no saberlo.

¿En qué ingrediente reside la fuerza de esta historia?

En el estoicismo del protagonista, Alejandro Barriga. Es un estoicismo irónico y sarcástico que contrarresta su pusilanimidad y su victimismo. Barriga es un completo inútil, un piernas de muchos quilates, un pringado que ha perdido todos sus trenes, pero el tío tiene la dignidad de reírse de ello. Si este personaje careciera de sentido del humor, la novela sería un tostón y habría que quemarla. 
  
¿Cuál es tu personaje favorito y por qué?
Manuela, la niñera. Es una mujer joven que no tiene miedo a nada. Su bondad es ruda, pero desbordante de sabiduría. Es un paradigma de la libertad y de la desinhibición. Es lo que yo habría querido ser: una mujer con los ovarios bien puestos.

¿Cómo describirías tu estilo?
No sé si tengo estilo. Lo que sí sé es que intento ser preciso y diáfano. Es posible que no lo consiga del todo, pero lo intento. Si no intentas expresarte con claridad, dedícate a decir confusas idioteces en un parlamento o en una tele, pero no escribas libros, por Júpiter.

¿Qué parte te resultó más complicada de escribir?
Todo el libro ha sido complicado de escribir, porque en realidad yo no sé escribir. O para ser más exactos, yo no sé escribir ni bonito ni literario. Tampoco quiero aprender. El mundo está lleno de escritores oficiales que escriben como literatura oficial. Es lógico, pero también es soporífero. Quizá esté exagerando. Pero qué coño sé yo.

¿Quién o quiénes fueron los primeros en leer este libro? ¿Cuál fue la primera impresión?
Un amigo de la infancia. Dijo que la novela le parecía espantosa, pero acto seguido agregó que le enganchaba. Debo añadir que mi amigo es analista financiero y que lee a autores de prosa almibarada que yo detesto. Pero es un buen amigo y le agradezco su opinión, aunque fuera una opinión espantosa.

Si tuvieras que presentar este libro a nuestros lectores, ¿con qué palabras lo harías?
Salvaje. Enérgico.  Brutal. Bufonesco. Pero también sabroso y suculento como un potaje de garbanzos.

¿Por qué crees que nuestros lectores debiesen leer tu libro?
 Deberían leerlo aquellos que se encuentran muy jodidos o que están desesperados. Mi novela no es un maldito libro de autoayuda, pero quizá algunos descubran que puede hallarse algo de felicidad en el infierno. Nuestra imaginación no puede salvar al mundo, pero puede adecentarlo y hacerlo menos apestoso de lo que es. Hay que disfrutar de nuestra vida interior porque la vida exterior nos la han robado.





Comentarios

Archivo

Mostrar más

Entradas populares de este blog

Entrevista a Antonio Gómez Cayuelas, autor de El Cid. La forja y el milagro

Entrevista a Jerzy P. Suchocki, autor de Victoria Stardust

Entrevista a Waldemar Hermina, autor de "Muchos años de espera"

Entrevista a Anselmo Matilla Santos, autor de "Manual de Historia de la Filosofía"

Entrevista a Francisco Sández, autor de "Con las alas rotas"