Entrevista a José Antonio Prades, autor de la novela "Los últimos 14 años"
Los últimos 14 años, una novela autobiográfica e histórica escrita por José Antonio Prades que os encantará. Conoced más acerca de ella en esta entrevista.
¿Cuándo
y por qué decides crear tu novela?
Generalmente, mis lecturas me ayudan a
encontrar inspiración para la creación literaria. En este caso, ocurrió con El mundo de Juan
José Millás, novela que recibió el premio Planeta de 2007 y que contiene,
sobre todo en su primera parte, referencias autobiográficas a sus primeros años
de vida. Leerla me movió algo por dentro,
que se fue confirmando después por otras lecturas y otras vivencias personales
hasta que a fines de 2013 me puse definitivamente a escribirla.
¿Es
entonces autobiográfica?
Así
es. Y no solo de sucesos, sino de
pensamientos y sensaciones. Describiendo
los hechos, pretendí dar conocimiento de cómo vivía una gran parte de España en
esa época, he querido dejar un documento ‘intrahistórico’ que abarca desde 1936
a 1975. Por otro lado, va salpicada de
reflexiones muy íntimas sobre temas que me asaltaron en una lectura posterior varios meses después de la
primera versión. Esas reflexiones van
referidas a visiones de los personajes, otras son preguntas sin responder sobre
la vida, o sobre la muerte, o sobre la espiritualidad, o sobre el amor... que,
después de escribirlas, ya que no la creé con esta intención, creo que ayudarán
a quienes las lean en la búsqueda interior del sentido de su existencia.
¿Por
qué elegiste ese título?
La dictadura de Franco nos marcó, y
todavía nos marca, a todos los españoles.
Llevamos unos meses en que ha vuelto a ser noticia, y lo seguirá siendo
durante muchos años. ‘Los últimos
catorce años’ van de 1961 a 1975, los dos septenios finales de esa dictadura,
que coinciden con los catorce primeros años de mi vida.
¿Cómo
reuniste la información para poder escribirla?
El proceso creativo, con dos etapas
diferentes, duró más de tres años. Al
ser su contenido autobiográfico, la información venía del recuerdo, a impulsos,
a veces tan fuertes, que no podía parar.
Aprendí a utilizar la aplicación de Notas del teléfono móvil, y ahí iba
apuntando lo que me llegaba desde el fondo de mi memoria, o de mi nostalgia,
para ir desarrollando después. Pregunté
a mis hermanos, a mis primos, tíos y amigos y, sobre todo, a mi padre, con el
cual me fui a recorrer sus lugares de infancia y adolescencia. Ese viaje nos devolvió sensaciones de mucho
tiempo atrás, tanto por evocar su historia como por palpitar los dos juntos,
solos, por horas y horas, en una cercanía que se llenaba de sensaciones
amorosas que antes no nos atrevimos a mostrar.
Ese viaje marcó el tono de la novela.
Así terminó la primera etapa. En
la segunda, varios meses después de darla por culminada, una relectura me llevó
a escribir los párrafos de reflexiones que he citado, y que surgieron como
borbotones y que apenas tuve que corregir.
¿En
qué ingrediente reside la fuerza de esta historia?
Me atreveré a decir que la ternura y la
calidez son las sensaciones más duraderas que ha provocado la novela, incluso
aún bastante tiempo después de su lectura.
Al ser una novela con testimonios personales de época y lugares muy
concretos, quienes lo vivieron se sienten identificados y reciben impactos de
su propio recuerdo. Y los más jóvenes
seguro que reconocen las andanzas que les han contado sus padres o abuelos, y
se sienten con más datos de esas experiencias vitales que, en realidad, han
influido, y no poco, en ser como son ahora. Por otra parte, las píldoras de
pensamiento íntimo pueden ser disparadores de un propio camino del lector para
dentro de sí mismo, como así lo fue para mí en el momento de su creación.
¿Cómo
describirías tu estilo?
Soy muy ecléctico, mezclo, diluyo, añado,
cambio... Creo que no tengo un relato o
novela que se parezca a otro u otra, porque siempre he buscado renovarme,
disfrutar creando en diferentes entornos literarios: estructuras, argumentos,
tramas, recursos, intenciones... En el
caso de ´Los últimos catorce años’ apliqué un estilo absolutamente intuitivo,
no hubo racionalidad, salvo en las correcciones (que fueron muchas o, mejor
dicho, muchas fueron sus relecturas, algunas sin cambiar una coma). Y ese estilo se basa en una encadenación de
hechos muy veloz, incluso vertiginosa, que pretende fijar en el papel esos
movimientos de la mente cuando se nos va de una lugar a otro, buscando no sé
sabe bien que ruta seguir. Recuerdo que
un profesor de técnicas de estudio nos enseñó un modo de potenciar la memoria:
parar los pensamientos y recorrer hacia atrás cómo habíamos llegado al
último. Cuando lo hacíamos, nos reíamos
con gana porque la conexión era precisamente inconexa, sin razón aparente
alguna, y podía ser infinita, sobre todo en quienes disfrutaban de esa cualidad
en forma destacada. Pues bien, cada
párrafo de la novela lleva ese movimiento, en cierto modo circular. Además, está escrito en segunda persona, es
decir, la voz que narra se dirige a quien quiere recordar (yo, con perdón de la
autorreferencia), a modo de Pepito Grillo, o ser interior que te ofrece tu
propia película. En cambio, los párrafos
de reflexión están redactados en primera persona porque no necesitan esa
distancia, nacen desde dentro hacia afuera, sin necesidad de un notario
interpuesto que suavice las emociones.
Otro aspecto algo llamativo es el uso del punto y coma, que actualmente
se está perdiendo por esa tendencia a la frase corta y directa, oraciones
simples que no obliguen a pensar demasiado.
Como esta novela pretende estimular, entre otras sensaciones, el
pensamiento, he usado mi recurso favorito, que es la frase larga y rítmica,
casi a modo de mantra.
¿Qué
parte te resultó más complicada de escribir?
Todo y nada. En realidad, su elaboración escrita surgió
muy fluida... Pero no es fácil vivir la
creación de una autobiografía, y mucho menos en el momento personal en que me
encontraba. Esther, mi mujer, a quien dedico
la novela, estaba enferma de cáncer. Mi
acompañamiento y su propio proceso, no el de la enfermedad, sino el personal
que envuelve a la presencia de la muerte, abrieron unas puertas que
difícilmente podrían haberse abierto de otra manera. En el caso de la creación de la novela,
supuso ese camino al interior que se suele iniciar por un episodio duro en tu
vida y que vas jalonando de vivencias que pretenden poner luz en el
tránsito. Puedo decir que lo conseguí, y
que me sentiría muy feliz si puedo despertarlo igualmente en quien lo lea, porque
no hay nada más reconfortante en nuestro proceso vital que saber quién eres,
sobre todo dando la mano a ese niño interior que, en mi caso, volví a revivir
al escribir esas páginas
¿Quién
o quiénes fueron los primeros en leer este libro? ¿Cuál fue la primera
impresión?
Primero fue mi familia, que la valoró muy
emotivamente, se sintieron muy reconocidos y se permitieron algún que otro
lloro. Luego la pasé a leer a amigos y
conocidos ajenos a la historia, y me hicieron unas devoluciones muy
reconfortantes, me sentí muy bien con esa repercusión. Por ejemplo, un lector muy ‘leído’ me dijo
que le había recordado a ‘Nada’, de Carmen Laforet, y a los primeros capítulos
de ‘La ciudad de los prodigios’, de Eduardo Mendoza. Otro dijo que le parecía haberse sentado a la
mesa de esos personajes, de esa familia, y haber vivido personalmente todos los
acontecimientos narrados.
Si
tuvieras que presentar este libro a nuestros lectores, ¿con qué palabras lo
harías?
Es una historia que te hará vibrar de dos
maneras, por el recuerdo o conocimiento desde dentro de la historia española
del siglo XX, y por otro lado, con unas reflexiones que van a parar directo al
corazón y te harán pensar sobre sentimientos profundos.
¿Por
qué crees que nuestros lectores debiesen leer tu libro?
Para no perderse una experiencia
diferente por varias razones; por el contenido, que te lleva de la mano en un
paseo testimonial; por el estilo, que te transporta suavemente por los hechos
sin casi darte cuenta; y por el fondo emotivo, que remueve sensaciones sólidas
y extraordinarias.
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