Entrevista a Ricardo Añino, autor de "Mejor morir que vivir sin matar"
La novela Mejor morir que vivir sin matar es una distopía original que invita a pensar sobre las debilidades de nuestra civilización. En esta entrevista su autor, Ricardo Añino, nos cuenta acerca de cómo tuvo la idea de escribir esta original historia.
¿Cuándo
y por qué decidiste escribir esta novela?
Mi
trabajo me ha llevado a conocer a delincuentes y a personas
honradas, a gente muy rica, a gente necesitada y a gente de la que yo
necesitaba algo. Como diplomático me han mentido y alagado, me han amenazado,
querido comprar o simplemente ignorado. Como hablo poco, he podido escuchar
mucho: hombres e historias de muchos lugares, maderas y clavos con los que construir
un relato.
¿Has
escrito sobre esas personas, sobre tus vivencias?
No,
pero tenía la madera en las manos y algo había que hacer. Entonces recordé a un
amigo de la juventud. Había estudiado en Notre Dame, en Indiana, algo llamado Grandes
Libros. Busqué en la red y encontré un listado de ochenta y tantos. A mis cuarenta descubrí a los clásicos
griegos. Ya tenía grandes piedras, sillares y dinteles para mi armazón. Me
sentí como esos hombres del medievo que robaban mármol de los templos grecorromanos
para construir sus casas.
Piedras
y madera, extraña mezcla.
Sin
duda, pero los hombres necesitan moradas. Esta novela habla de una mujer y sus
acompañantes que no tienen morada fija porque viven sometidos a otro pueblo.
Chinos
que invaden Europa y someten a los europeos del sur.
Así es,
¿y sabes por qué los chinos de mi novela invaden Europa?, mejor dicho, ¿por qué
pueden hacerlo? Pues porque en Europa somos herederos de Grecia, de Roma y
luego del cristianismo, pero lo hemos olvidado. Los chinos no. Ellos se saben continuación
de una civilización que empezó hace cuatro mil años con Fuxi, el que con barro
hizo al hombre y le enseñó a cazar, a pescar y a cocinar. En Europa ya no
sabemos quién es Prometeo, nuestro Fuxi, ni quién su hermano. Nos hemos
olvidado de nuestros ancestros y eso nos hace débiles. Es cuestión de tiempo
que otros con más vigor, con recuerdo de su pasado, lleguen a vivificar estas
tierras de Europa.
¿Por
eso has escrito una distopía futurista?
Describo
un futuro distópico porque quiero hablar de un presente en el que hemos
olvidado lo mejor de nuestro pasado: Grecia, Roma y la síntesis cristiana.
¿Cuánto
tiempo tardaste en reunir datos e información para poder escribirla?
Mucho, tres
años quizás. De China sabía muy poco. Leí algunos clásicos y escuché muchos podcasts
sobre la historia de ese gran país. Hay cosas magníficas y muy didácticas. Pero,
fue la casualidad la que me permitió ambientar la novela. En el libro hay una
trama policial y el jefe de la seguridad de Euro-China un personaje central. Cuando
me ofrecieron trabajo en el ministerio del Interior, había empezado la novela y
no lo dudé. Allí conocí a gente magnífica y ese mundo desde dentro.
¿En
qué ingrediente reside la fuerza de esta historia?
La estructura narrativa es la de una
épica de aventuras, pero aderezada de ironía e incluso sarcasmo.
¿Ironía?
Mientras escribía, más que buscarla, me fui
tropezando con ella. Un ejemplo. Encontré un mapa de la Corona de Aragón hacia
el 1400 cuyos territorios se extendían desde el puerto de Barcelona hasta
Grecia y se parecían a los que los chinos de mi novela habían conquistado en
Europa del Sur. Así que pensé que, como hacer hablar chino a todos los
aceitunos –así llaman los chinos a los europeos del Sur— iba a ser complicado,
pues, ¿por qué no hacerles hablar catalán? De ese modo el catalán se convierte
en la lengua de unión entre españoles, italianos, griegos, etc., merced a la imposición
del Servei de Seguretat chino.
¿Cuál
es tu personaje favorito y por qué?
Pere
Peret, un enterrador que ha perdido la razón pero no la capacidad de
entusiasmarse. Es un personaje que no existía en el diseño inicial. Me lo
encontré en una calle de Andorra retirando un cadáver y ya no pude despegarme
de él.
¿Cómo
describirías tu estilo?
Estudié
filosofía con veintitantos y dos décadas después la redescubro. Le doy mil
vueltas a una escasa media docena de asuntos, pero me resisto a escribir un
ensayo. En el ensayo las ideas nacen eternas, sin vida. Los personajes de una
novela, por el contrario, tienen vida y son capaces de corregir mis ideas primeras,
ponerlas a prueba y reírse de ellas. Me inspiro en las nivolas de Unamuno.
¿Qué
parte te resultó más complicada de escribir?
Ninguna parte en concreto, sino poner
orden entre las muchas partes e ideas. He querido coser las ideas y las
reflexiones en la trama, como uvas que no se despegan del racimo y se nutren de
la vid. Con tanta reflexión, alejarme del ensayo es lo más complicado.
¿Quién
o quiénes fueron los primeros en leer este libro? ¿Cuál fue la primera
impresión?
Tomás López Vilariño, con quien comparto
amistad, terruño de origen y profesión. Se leyó el libro lápiz en mano y
fumando puros. Todo lo anotó y comentó. Le gustaron la trama y el tono, alabó
la reflexión histórico-filosófica y, lo que es lo más importante para mí, se
rio con el libro. “Como los
señores griegos”, me escribió, “has utilizado el sarcasmo para contar cosas
serias y -sobre todo- para reírte de otras muchas que no lo son tanto por mucho
que nos insistan en ello”.
¿Por
qué elegiste llamarla de esa manera?
Ahí es donde mi amigo Tomás está en desacuerdo
conmigo. Me propuso otro título relativo a la protagonista Alda y su aventura
épica. Pero yo elegí este porque condensa la tarea moral que se le presenta a
Alda y también a nuestra Europa en decadencia. “Mejor morir que vivir sin
matar” es un dicho de una tribu del este de Etiopía. Me lo sugirió un amigo
que, como yo, vivió años en África.
Si
tuvieras que presentar este libro a nuestros lectores, ¿con qué palabras lo
harías?
Mejor
morir que vivir sin matar es la aventura en la que, a su pesar, se ve envuelta Alda, su
protagonista, una contrabandista que no quiere salvar el mundo, sino vivir. ¿Quién
querría ser un héroe? Pero, en un mundo sometido a la opresión, vivir sin más
no es una opción y el viejo mandato “no matarás” se pone en duda. Alda se
resiste a su deber, pero sus enemigos le empujan por esa senda, en la que recibirá
la ayuda de sus compañeros de viaje y lucha. Esta novela itinerante se para a
descansar en seis monasterios que atesoran seis palabras, palabras que desvelarán
las razones de la decadencia europea. ¿Demasiado ambicioso para una novela?
Quizás. Merece, al menos, otorgarle el beneficio de diez páginas.
¿Por
qué crees que nuestros lectores deberían leer tu libro?
Para reírse de las cosas serias y así
repensarlas con libertad. Para descubrir sombras de mitos ancestrales y cómo
siguen vivos entre nosotros. Para seguir a Alda por el camino de la profecía,
la saga y la apoteosis final. Para descubrir a hombres malos que quieren el
bien y a buenos que hacen el mal. Para encontrar a pequeños personajes llenos
de vida, miedo y algún amor.
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