Entrevista a José Redondo, autor de la novela "Cartas desde Berlín"
Cartas desde Berlín es una de las novelas de ficción nominadas al I Certamen de Literatura Actual Arquero de Plata convocado por Editorial Adarve, y es que sumergirse en sus líneas significa evocar infancia, amor, angustia... mientras recorremos la ciudad alemana sintiendo el frío aire que nos golpea la cara. Aquí su autor, José Redondo, nos revela un poco más.
¿Cuándo
y por qué decides crear tu novela?
En Berlín, allá por el 2012. Decidí
escribir la obra cuando comencé a entrenar circo aéreo. A pesar de que la
novela está ambientada en un circo, no es el tema principal, sino solo una
excusa para presentar, a partir de este mundo mágico —al menos para mí—, uno repleto
de sombras y oscuridad. Una vez entrenando, un compañero mío de circo dijo que
Berlín era la ciudad de los niños perdidos, de los niños rotos. Me pareció que
esa frase define muy bien a Cartas desde Berlín.
¿Por
qué elegiste llamarla de esa manera?
Por mi pasión y adicción a Berlín. Por lo
que gané con ella y en ella. Y supongo que por las cartas, por todas aquellas
personas que se comunican mejor escribiendo que hablando. Por todo aquello que
no se dijo o que se quiso decir, pero se dijo mal. Al menos, en las cartas,
podemos repasar todo lo que contamos, dándonos tiempo a corregir y, por qué no,
a quemarlo.
¿Cuánto
tiempo tardaste en reunir datos e información para poder escribirla?
Cuatro años con sus respectivas paradas —en total, lo que he tardado en
escribirla, incluido el proceso de recopilación de datos e información—. Siempre ando compaginando cosas. Si
he tardado este tiempo no ha sido por cuestión de pereza o bloqueo, sino porque
a menudo, como el personaje de Eduardo, divagaba tanto que no me centraba en
nada.
¿En
qué ingrediente reside la fuerza de esta historia?
En las decisiones y en los personajes. Al
final, sin las decisiones no existirían los otros.
¿Cuál
es tu personaje favorito y por qué?
Sin lugar a dudas, Cora. Es mi favorito,
sin más, no sabría decir el por qué. Hay cosas en la vida que no tienen porqués,
que simplemente son. Por ejemplo, soy un amante de la música electrónica. No
sabría decirte el por qué, quizá sea porque se me erizan los vellos cuando
escucho un buen tema, pero no hay una explicación. Es decir, entramos en el
terreno de las sensaciones y, para mí, Cora, al igual que la música
electrónica, va más allá: es un sentimiento. Y los sentimientos no entienden de
porqués.
Otros que me hubiera encantado explotar y
que les tengo enorme cariño son Maximiliano y Esmeralda.
¿Cómo
describirías tu estilo?
Creo que aún se está formando, pero que
ya va teniendo un claro toque personal. Me gusta hablar de personajes oscuros y
sucios, de la soledad, a pesar de ser personajes sociables. El tono te lo
podría decir con claridad, si tuviera que elegir un color sería el gris con
toques negros, muy negros. Respecto al estilo, sería más complejo ahondar ya
que considero a Cartas desde Berlín como una mezcla de géneros, quizá sea
porque es una novela coral, o a lo mejor por las capas de todos los personajes,
por sus pasados. Sin duda, la obra es dramática, pero a pesar de eso, todos los
personajes, con sus diferencias, están en una sintonía gracias al diálogo. Así
que prefiero no profundizar en mi estilo, sino que la gente, cuando lea la
obra, se plantee dicha cuestión.
¿Qué
parte te resultó más complicada de escribir?
Creo que ninguna parte me resultó
complicada. Al fin y al cabo, cuando comienzo a escribir una obra no sé cómo la
voy a terminar. Directamente, no sé el final. Simplemente tengo claro qué
personajes quiero y qué quiero contar, pero poco a poco la obra se escribe
sola. A menudo pienso que mis obras saben más de mí que yo de ellas y creo que
eso es lo más importante: no dar por hecho lo que va a pasar, sino lo que pasó.
¿Quién
o quiénes fueron los primeros en leer este libro? ¿Cuál fue la primera
impresión?
Aún no se lo ha leído mucha gente. Bueno,
mi editora, Rosalía (si no esta obra no estaría aquí, claro). Lo que me resultó
más gracioso de lo que me dijo es que el personaje de Paulo, un niño de cuatro
años, le daba miedo. Y yo quería provocar todo lo contario, un poco de aire
ante tanta muerte que rodea la obra. Pero bueno, un niño misántropo que siempre
se pasea con botellas de agua medio llenas —no voy a entrar en el conflicto de «medio vacías»— supone también una impresión, aunque
no sé si buena o mala. Supongo que eso es de las cosas fundamentales: que te de
igual qué impresión dará, si la botella está medio vacía o medio llena. Lo que
verdaderamente te tiene que angustiar es que la botella se rompa o no, aunque
la angustia no es buena para nada, ¿no?
Por otra parte, un buen amigo de la isla,
que además es profesor de idiomas y asiduo lector, me dijo que la novela tenía
mucho mundo interior y que, sin lugar a dudas, tenía gran influencia de autores
japoneses. Resulta curioso, pero su personaje favorito también fue Cora. Cuando
terminó de leerla, tuvo que ir a pasear para asimilar todo lo que había leído,
intentando recorrer las mismas calles que yo describí en la obra. Desde
entonces, siempre me dice que quiere irse a vivir una temporada a Berlín.
Si
tuvieras que presentar este libro a nuestros lectores, ¿con qué palabras lo
harías?
Creo que con las mismas que me dijo mi
compañero de entreno: «La ciudad de los niños rotos».
¿Por
qué crees que nuestros lectores debiesen leer tu libro?
No puedo obligar a ningún lector a leer
un libro, y menos el mío. Simplemente, quien lo haga, espero que lo disfrute.
Cada libro son muchas personas que alguien ya ha conocido o quiere conocer. Yo
no puedo obligar a crear esas redes, pero, sin lugar a duda, quien lo lea y
profundice en ese mundo de redes, se dará cuenta de que todos anidamos una
araña en alguna parte de nuestro interior. Y que, en algún momento, saldrá a
tejer, ya sea con nuestra ayuda o no.
Comentarios
Publicar un comentario