Entrevista a Francisco Díaz Jiménez, autor de El hijo de la alemana
Francisco Díaz Jiménez es un escritor andaluz y profesor, destaca su colaboración con el periódico Heraldo de Aragón. El hijo de la alemana es la historia de Abelardo, un protagonista cuya vida se ve inmersa en una amalgama de acontecimientos que tensarán su existencia. Os invitamos a conocer más a través de esta entrevista.
Número de páginas: 400
Formato: 150 x 230
Colección: Editorial Adarve
Autor: Francisco Díaz Jiménez
Sinopsis: Abelardo amanece envuelto en el resabio de una pesadilla con visos de premonición. En pocas horas, el puzle de avatares que conforman su pasado lo abocará al acontecimiento más trascendente de su vida. A lo largo de la narración descubriremos las piezas que tensarán su existencia, inundándola de aristas decadentes. Su madre, una mujer fantasiosa trajinada por un empleado de banca bilbaíno que pasaba la tarde hipnotizado, echando monedas a la máquina tragaperras. Su padre, emigrante que, tras perder el empleo en Suiza, se convertiría en un bebedor silencioso, hundido en sí mismo. Su hermano Güilli, adolescente de cuarenta y cuatro años dedicado a husmear patrimonios sin herencia para recibir una recompensa. Su hija Elsa, una joven que tomaba sus estallidos emocionales como si tuviesen la relevancia de una conflagración cósmica; incapaz de modular las confusas señales que recibía, terminó embelesada con el primer señuelo dispuesto a clavarle su aguijón. A ellos se suma toda una amalgama de personajes variopintos y dispares que configuran la tenaz resonancia de fondo.
Háblanos un poco
de ti.
Soy profesor de filosofía en un instituto público. La búsqueda de claves
para entender la realidad ha sido una constante en mi vida. En este sentido, el
impulso de la creación siempre me ha acompañado. No me gusta la palabra
vocación, entendido como una especie de tatuaje que se lleva marcado de por
vida, pero si diré que mi interés frustrado es el dibujo. Me gustaría haberme
formado académicamente en este arte.
Hace unos diez años di el salto de la lectura a la escritura, al mismo
tiempo que abandonaba el prejuicio que hasta entonces había mantenido frente a
la literatura. Por entonces yo reducía la novela a un mero deleite estético. Un
territorio intermedio entre el entretenimiento y el verdadero conocimiento. Hoy
no comparto esta visión. La novela trasciende la realidad y se centra en la
existencia, desde la perspectiva rica y sorprendente que aporta la imaginación.
Mientras escribía mi primera novela —La
siesta del carnero— devoré libros sobre técnicas literarias, escuché
conferencias serias sobre literatura, acudí a los viejos maestros en busca de
inspiración a fin de resolver los problemas que se me iban presentando y,
finalmente, cursé un máster en Escritura Creativa y presente la novela para el
trabajo final. Recibió cierto reconocimiento. Tengo que decir que los libros se
han convertido en un ingrediente imprescindible en mi vida. Un día
comencé una novela nueva, pensando que me olvidaría de la anterior, que
cesarían las correcciones. Solo disponía del final. Así surgió El hijo de la alemana. El hijo de la alemana es el resultado de un trabajo que, durante más de cuatro años, ocupó todo el
tiempo que me permitieron mis ocupaciones laborales.
¿Qué podremos encontrar entre las páginas de El hijo de la alemana?
Pues el resultado de un
acto de creación en el que volqué pasión, trabajo y constancia. En El hijo de
la alemana se cuenta la vida de Abelardo; una vida marcada por un destino
al que no termina de domeñar. Aunque en las redes sociales impera la tendencia
ficticia a exhibir una vida llena de energía, una vida protegida por un destino
envidiable, y mostrada en un formato jovial e inmaculado, en el fondo, lo
cierto es que no hay un solo rostro humano inundado de derrotas. Algo de esto
hallamos en la novela.
¿En qué ingrediente reside la fuerza de este
libro?
Mi mayor empeño se ha centrado en la forma, en el cuidado del lenguaje.
Pero, también, en la estructura, en los constantes cambios de escenario que
conducen los tres narradores que arman el puzle narrativo; cambios de
escenarios que aportan ese matiz de desconcierto que en el fondo ofrece la
vida. El texto también está salpicado de reflexiones en torno al destino y las
circunstancias que se cruzan en la vida del personaje.
¿Qué quieres
transmitir a través de este libro?
No inicié el libro con la intención de transmitir un mensaje concreto; no
hay una planificación previa. Solo disponía del final. Un final en ciernes. El
texto fue creciendo y, digámoslo así, readaptándose a los dictados de mi
intuición, en cierto modo, influido por las circunstancias, por mis propias
vivencias, por las lecturas con las que me crucé durante el proceso de
escritura, y por múltiples causas de las que muchas, quizás la mayoría, escapan
de mi dominio. No soy dueño de todo lo que salta al papel. Frente al texto, más
que un demiurgo, me siento un explorador que goza con las escenas que emergen
no se sabe de dónde. Poco a poco, la historia tomó forma, abandoné el papel de
acompañante, tomé las riendas del proceso y comencé a asumir que de lo que
estaba escribiendo, aquello que atravesaba la novela, tenía que ver, en cierto
modo, con el destino.
¿Cómo describirías tu experiencia desde
el proceso creativo hasta tener el libro entre tus manos?
Ha habido de
todo; alegrías y tempestades, ilusiones y decepciones, y, finalmente, tras la
placida sensación de poner el punto y final, la mano acogedora y humana del
equipo de Adarve. Yo, que soy docente, como la mayoría de mis colegas no siento
en el trabajo la sensación de haber cumplido con mi obligación, porque la
administración nos ha impuesto unas obligaciones disparatadas e inalcanzables.
En cierto modo, la culminación de este proyecto ha cumplido un papel reparador,
me ha proporcionado la satisfacción que siente el carpintero cuando ve salir de
su carpintería una mesa que cumple con su función con solvencia.
¿Cuál fue el
último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?
Estos últimos seis meses he estado inmerso en un agotador proyecto de
creación de recursos didácticos que ha requerido releer los autores en torno a
los que giraban los contenidos de este material —Platón, Aristóteles, Descartes,
Hume, Locke, Rousseau, Rawls, Nozick—. Pero, si quieres conocer mis gustos
literarios, mencionaré algunos autores cuyas lecturas me entusiasmaron: Stones y Butcher's Crossing de John Willians, Si te dicen que caí, de Juan Marsé, Crematorio y En la orilla,
de Rafael Chirbes, La vida perra de
Juanita Narboni, de Ángel Vázquez. Bueno, hay muchos más autores a los que
estimo, muchísimos más: Dostoievski, Flaubert, Tomas Mann, Chejov, Don De
Lillo, John Updike, Alice Munro, Lorri Moore, Philip Roth…
¿Cuál es tu visión acerca del panorama
literario actual?
Responder a esta pregunta requiere aclarar lo que significa la expresión
“panorama actual”. De todas formas, independientemente del universo de libros
que englobe este concepto, mi actitud conservadora —no suelo arriesgar en las
lecturas—, no me aporta suficientes elementos de juicios para ofrecer una
valoración justa. Entiendo que posiciones como esta no benefician a un autor
novel, como es mi caso. Pero creo que el abanico de libros es amplio, al menos
yo he disfrutado y aprendido de textos actuales.
Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?
En el ámbito
literario el proyecto más inmediato que tengo es colaborar en el proceso de
publicación de una novela que escribí antes que la que motiva esta entrevista. Un
extenso texto que lleva por título La
siesta del carnero. Y tengo
apuntes, meros esbozos, ideas para iniciar una nueva novela.
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