Entrevista a Felipe Cuevas Ruiz, autor de Yaotl
Felipe Cuevas Ruiz es un escritor mexicano, economista, maestro en Administración por el Tec. de Monterrey y doctor en Creación Literaria por Casa Lamm. Yaotl le valió un reconocimiento de la Embajada Argentina en México y ha sido finalista del Premio Hispania de Novela Histórica 2020. Os invitamos a conocer más a través de esta entrevista.
Número de páginas: 292
Formato: 150 x 230
Colección: Imperium
Autor: Felipe Cuevas Ruiz
Háblanos un poco
de ti.
Es
difícil hablar de mí mismo. Me considero una persona “mixta”, es decir, tengo
habilidad para los deportes y para socializar; me puedo comportar con un dandi
en una fiesta o una entrevista y, al mismo tiempo, me abstraigo para dedicarme
a la lectura y la reflexión. El virus de la Letras me picó cuando estudiaba la
prepa y mi profesor de literatura nos leía en voz alta a autores como Juan
Rulfo. Lo hacía magistralmente, eso sin contar con que era vocalista de una banda
de aquellos tiempos del rock en español. Fue así como empecé a escribir mis
primeros cuentos. Narrar con efectividad me costó muchos años. Considero que
poseo la intuición, pero las técnicas narrativas y el manejo de la trama tuve
que adquirirlas con práctica, paciencia y toneladas de lectura. De hecho, tardé
dieciocho en completar Yaotl.
¿Qué podremos encontrar entre las páginas
de Yaotl?
El alma desgarrada de un niño
abandonado, criado por alguien por un hombre poderoso y de quien tomó sus
facultades para vengarse. El alma de Yaotl anhela tocar y ser tocado por sus
semejantes, en especial por su amada Quiauitl (Lluvia), del modo tan profundo
como lo hizo su padre adoptivo. Pero se enfrenta al rechazo por su condición de
hijo “natural”, producto de una relación ilícita. Y es que los varones mexicas,
tan apreciados como promesa de vida guerrera contrastan con la situación de un
niño abandonado. Es no puede ser otra cosa que un fuereño que ni su propia
madre quiso cuando nació.
¿En qué ingrediente reside la fuerza de este
libro?
En
la luz del corazón encendido en medio de la unión del cielo y la tierra. Me
explico. El símbolo nacional mexicano no es otra cosa que la representación del
Hombre de Orden Superior al que aspiraban los mexicas, aquél capaz de ascender
al mundo unificado (bellamente explicado en las meditaciones del Dr. Joe
Dispeza) sin perder su conexión con la tierra. Cuando los vagabundos de la
época (ancestros de quienes serían los aztecas) encontraron la representación
en vivo sobre un islote, se asentaron en el Valle de México. Sin embargo, el
águila no estaba devorando a la serpiente, sino que se fusionó a ella. Se trata
de la unión del cielo y la tierra, del ave capaz de ascender a los cielos de la
consciencia con la serpiente anclada a su condición terrestre. Y solo este tipo
de hombres, representantes del dios Quetzalcóatl (la serpiente emplumada)
superan el orden corporal, se dirigen a “los confines del mundo”, hacia el
horizonte donde cielo la tierra eclipsan y se convierten en generadores de
espiritualidad: el caracol. Es entonces que la luz surge de su corazón
encendido y transcienden.
¿Qué quieres
transmitir a través de este libro?
Mi
propia necesidad de trascendencia. La epifanía para escribir Yaotl surgió
un día de los años noventa, cuando iba en camino a San Juan Teotihuacán para
asistir a una reunión de trabajo. En el camino, comencé a escuchar la canción El
hijo de la luna, de José María Cano. Arrobado por la visión de las
pirámides a un costado, más la música francamente emotiva de Mecano, pensé en
crear una leyenda como la de la mujer que pide a la Luna un hombre… Así comencé
a leer todos los libros de antropología que pude conseguir, más las crónicas de
los frailes de aquellos tiempos, para darme una idea de la vida cotidiana del
habitante mexica antes de la llegada de los españoles a México. El trabajo de Laurette
Sejourne e Inga Clendinnen iluminaron mi camino y pude ver los lugares comunes
de los habitantes del s. XVI. Tuve que idear su habla, vacunada de modismos de
toda época y sin que sonara afectada ni barroca. Ha sido uno de los retos más
difíciles de mi vida.
¿Cómo describirías tu trayectoria de
escritor desde la primera publicación hasta esta última?
Roberto
Bolaño decía que escribir es un oficio peligroso. Y lo es, además de escabroso.
Es una labor que no da para comer, así que yo lo hago sin obligación de nada y
con pasión. Me precio de no pertenecer a ningún círculo de escritores ni a
ninguna corriente. Escribo desde mi propia agenda. Quizá por eso soy como el
equipo de futbol Cruz Azul, que en lo concursos solo gano el segundo lugar —prácticamente
la única vía para publicar—, dado que no sigo una agenda política o ideológica,
ni le doy gusto a nadie. Ya en algún artículo se me pinta como “escritor de
realismo sucio”. No sabía que existiera tal término.
Leí
Why somen have sex, del David M. Buss. Lo elegí porque admiro a la Mujer
en cualquiera de sus facetas (pareja, madre, hija, amiga…) y sus motivaciones
biológicas, emocionales y sicológicas para conectarse con sus parejas sexuales.
Desde la pasión a la venganza, la mujer hace que efervezca la vida humana. Su conducta
en el sexo me deleita y divierte. Leí este libro porque he querido comprender
la complejidad de la sexualidad femenina y sus estrategias sexuales ocultas,
las posibles funciones del orgasmo femenino y por qué las mujeres tienen
aventuras amorosas, así cómo el sesgo cognitivo que las diferencia de nosotros
los hombres y sus inferencias para decidir unirse a alguien o no.
Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?
Por
ahora no tengo nada concreto en mente. Tomo notas. Me abro a las sensaciones
para anotar lo que siento, lo que percibo. De ahí saldrá la semilla de mi
siguiente obra. Voy a permitir que esta nazca en mi corazón por sí solo, que me
sorprenda. Cuando menos lo espere, estoy seguro, el detonante hará que surja el
proyecto de una nueva novela.
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