Entrevista a Felipe Cuevas Ruiz, autor de Yaotl

 

Felipe Cuevas Ruiz


Felipe Cuevas Ruiz es un escritor mexicano, economista, maestro en Administración por el Tec. de Monterrey y doctor en Creación Literaria por Casa Lamm. Yaotl le valió un reconocimiento de la Embajada Argentina en México y ha sido finalista del Premio Hispania de Novela Histórica 2020. Os invitamos a conocer más a través de esta entrevista.


Yaotl

ISBN: 978-84-18663-98-7

Número de páginas: 292


Formato: 150 x 230


Colección: Imperium


Autor: Felipe Cuevas Ruiz


Sinopsis: El brujo Yaolt escribe un poema a su amada Quiauitl e invoca al chanque Cocoxqui para proponerle un intercambio. El brujo le dará al semidiós de la embriaguez su facultad de invocación, deseoso por ascender en el plano espiritual, a cambio de la capacidad para transmutarse en cualquier criatura. Yaolt se convertirá entonces en el Hacha Nocturna que aterrorizará Tenochtitlan y en la serpiente cincuate que mamará los senos de Quiauitl, una vez nacido Huemac. Su propósito, envenenar al niño que no fue suyo y que se arrastre como reptil en su actitud ante la vida. El brujo también provocará la muerte del Caballero Águila, Atonal, encantador adversario que le arrebató el amor de Quiauitl. Pero no contará con que Huemac habrá de ser el amanuense más bello del Imperio y que, con su representación del Joven señor de la mazorca de maíz, ayudará a que su madre tome venganza. Por medio de un engaño sensual, Yaolt será encerrado en los sórdidos túneles del dios Tezcatlipoca, detrás de los espejos.



Leer primeras páginas


Háblanos un poco de ti.

Es difícil hablar de mí mismo. Me considero una persona “mixta”, es decir, tengo habilidad para los deportes y para socializar; me puedo comportar con un dandi en una fiesta o una entrevista y, al mismo tiempo, me abstraigo para dedicarme a la lectura y la reflexión. El virus de la Letras me picó cuando estudiaba la prepa y mi profesor de literatura nos leía en voz alta a autores como Juan Rulfo. Lo hacía magistralmente, eso sin contar con que era vocalista de una banda de aquellos tiempos del rock en español. Fue así como empecé a escribir mis primeros cuentos. Narrar con efectividad me costó muchos años. Considero que poseo la intuición, pero las técnicas narrativas y el manejo de la trama tuve que adquirirlas con práctica, paciencia y toneladas de lectura. De hecho, tardé dieciocho en completar Yaotl.

 Mi motivación para escribir es un acto de catarsis íntima que me permite liberar mis propios demonios, mis inseguridades y mi vulnerabilidad, pero también denunciar el abuso que veo en el mundo. Haber estudiado Economía me dio algunas herramientas para detectar las injusticias que provoca la toma inhumana de decisiones de política económica, en especial en los países latinoamericanos, más las miserias que se propinan a sí mismos las personas como seres falibles y contradictorios.

 

¿Qué podremos encontrar entre las páginas de Yaotl?

El alma desgarrada de un niño abandonado, criado por alguien por un hombre poderoso y de quien tomó sus facultades para vengarse. El alma de Yaotl anhela tocar y ser tocado por sus semejantes, en especial por su amada Quiauitl (Lluvia), del modo tan profundo como lo hizo su padre adoptivo. Pero se enfrenta al rechazo por su condición de hijo “natural”, producto de una relación ilícita. Y es que los varones mexicas, tan apreciados como promesa de vida guerrera contrastan con la situación de un niño abandonado. Es no puede ser otra cosa que un fuereño que ni su propia madre quiso cuando nació.

 En la novela intento recuperar al personaje principal detrás de su tragedia. En la atmósfera mexica, lo muestro como persona y no como víctima. Intento individualizarlo para hacerlo universal, un desafío para cualquier escritor que se precie de convertirse en verdadero artista, y que entonces vivamos su circunstancia y la intimidad con su enojo, el misterio de la vida, el acecho constante de la muerte ceremonial y el infortunio cósmico cuando se ofende a los dioses.

 El lector también podrá atestiguar el esplendor de un imperio forjado en muy poco tiempo y cómo, en su fuero interno, sus dirigentes sabían que no perduraría más allá de las creencias cósmicas en las que basaban su sospecha. El abuso de los pueblos aledaños por medio de políticas taxativas, más el gobierno del terror, les valió la animadversión generalizada. No resplandecieron por convencimiento, como los Toltecas en su momento y a quienes admiraban como “los grandes artistas”.

 

¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

En la luz del corazón encendido en medio de la unión del cielo y la tierra. Me explico. El símbolo nacional mexicano no es otra cosa que la representación del Hombre de Orden Superior al que aspiraban los mexicas, aquél capaz de ascender al mundo unificado (bellamente explicado en las meditaciones del Dr. Joe Dispeza) sin perder su conexión con la tierra. Cuando los vagabundos de la época (ancestros de quienes serían los aztecas) encontraron la representación en vivo sobre un islote, se asentaron en el Valle de México. Sin embargo, el águila no estaba devorando a la serpiente, sino que se fusionó a ella. Se trata de la unión del cielo y la tierra, del ave capaz de ascender a los cielos de la consciencia con la serpiente anclada a su condición terrestre. Y solo este tipo de hombres, representantes del dios Quetzalcóatl (la serpiente emplumada) superan el orden corporal, se dirigen a “los confines del mundo”, hacia el horizonte donde cielo la tierra eclipsan y se convierten en generadores de espiritualidad: el caracol. Es entonces que la luz surge de su corazón encendido y transcienden.

 El símbolo nacional mexicano, aún vivo en la actualidad, es un eclipse y representa el nacimiento del dios de la belleza, la sabiduría, la poesía invitándonos a continuar la marcha de la necesidad íntima con el ser superior, el ser interior y nuestros semejantes.

 

¿Qué quieres transmitir a través de este libro?

Mi propia necesidad de trascendencia. La epifanía para escribir Yaotl surgió un día de los años noventa, cuando iba en camino a San Juan Teotihuacán para asistir a una reunión de trabajo. En el camino, comencé a escuchar la canción El hijo de la luna, de José María Cano. Arrobado por la visión de las pirámides a un costado, más la música francamente emotiva de Mecano, pensé en crear una leyenda como la de la mujer que pide a la Luna un hombre… Así comencé a leer todos los libros de antropología que pude conseguir, más las crónicas de los frailes de aquellos tiempos, para darme una idea de la vida cotidiana del habitante mexica antes de la llegada de los españoles a México. El trabajo de Laurette Sejourne e Inga Clendinnen iluminaron mi camino y pude ver los lugares comunes de los habitantes del s. XVI. Tuve que idear su habla, vacunada de modismos de toda época y sin que sonara afectada ni barroca. Ha sido uno de los retos más difíciles de mi vida.

 

¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

Roberto Bolaño decía que escribir es un oficio peligroso. Y lo es, además de escabroso. Es una labor que no da para comer, así que yo lo hago sin obligación de nada y con pasión. Me precio de no pertenecer a ningún círculo de escritores ni a ninguna corriente. Escribo desde mi propia agenda. Quizá por eso soy como el equipo de futbol Cruz Azul, que en lo concursos solo gano el segundo lugar —prácticamente la única vía para publicar—, dado que no sigo una agenda política o ideológica, ni le doy gusto a nadie. Ya en algún artículo se me pinta como “escritor de realismo sucio”. No sabía que existiera tal término.

 Mis novelas son principalmente de denuncia. Intento crear arte infame sin tomar en cuenta las coerciones políticas de nuestra época posmoderna con sus señalamientos e hipocresías. Escribo fuera de lo “políticamente correcto” y desde el cinismo, en un afán por crear novelas transversales que contengan libertad absoluta para transgredir lo que no puedo en la vida real, y sin someterme a la cultura del “focus group”. No busco reputación ni nombradía, solo crear una obra que valga la pena, golpear los sentidos del lector como lo hiciera Henry Miller y conectarme con las emociones de mis lectores más allá del elogio por el ego que proporciona el prestigio.

 

 ¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

Leí Why somen have sex, del David M. Buss. Lo elegí porque admiro a la Mujer en cualquiera de sus facetas (pareja, madre, hija, amiga…) y sus motivaciones biológicas, emocionales y sicológicas para conectarse con sus parejas sexuales. Desde la pasión a la venganza, la mujer hace que efervezca la vida humana. Su conducta en el sexo me deleita y divierte. Leí este libro porque he querido comprender la complejidad de la sexualidad femenina y sus estrategias sexuales ocultas, las posibles funciones del orgasmo femenino y por qué las mujeres tienen aventuras amorosas, así cómo el sesgo cognitivo que las diferencia de nosotros los hombres y sus inferencias para decidir unirse a alguien o no.

 

Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Por ahora no tengo nada concreto en mente. Tomo notas. Me abro a las sensaciones para anotar lo que siento, lo que percibo. De ahí saldrá la semilla de mi siguiente obra. Voy a permitir que esta nazca en mi corazón por sí solo, que me sorprenda. Cuando menos lo espere, estoy seguro, el detonante hará que surja el proyecto de una nueva novela.


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