Entrevista a Jorge Dodero-Garcés, autor del libro Ucronía del asesino

 

Jorge Dodero-Garcés

Jorge Dodero-Garcés es un joven escritor madrileño. Finalizados sus estudios universitarios, decide dar un paso adelante y concederle una oportunidad a la que había sido, desde siempre, su gran pasión clandestina y solitaria: la escritura. Ucronía del asesino es su primera novela. Os invitamos a conocer más a través de esta entrevista.


Ucronía del asesino
ISBN: 978-84-19595-72-0

Número de páginas: 140


Formato: 130 x 200


Colección: Biblioteca de Narrativa Breve


Autor: Jorge Dodero-Garcés


Sinopsis: El mundo se encuentra al borde del colapso. Desde su impotencia, la sociedad sigue a través de sus pantallas dos noticias aterradoras. Ante la amenaza de una inminente guerra en Ucrania, las informaciones más descabelladas sobre el crimen más atroz se encargan de arrebatar las pocas esperanzas de un futuro en paz. Mientras el planeta contiene la respiración, en una sinuosa sala de interrogatorios se dan cita el presunto asesino y su abogada de oficio para desencadenar el primer conflicto; la batalla entre la locura y la razón que acabará desbordando los márgenes de la palabra. Acusado de haber perpetrado el mediático delito, Bela Santos, altivo, maleducado, ególatra y faltón, optará por hacer todo lo posible a fin de arrastrar a su letrada a un mundo de surrealismo sádico y neurosis.




Háblanos un poco de ti.

Esta pregunta me produce un miedo aterrador. Supongo que hablar de mí, aunque sea un poco, es hablar de cómo soy, y este tema, a pesar de mi formación multidisciplinar (tengo estudios en sociología, desarrollo sostenible y relaciones internacionales), se escapa por completo de mi ámbito de conocimiento.

Podría empezar describiendo mi vida actual, comprimida en unos pocos metros cuadrados que he logrado conquistar en la periferia parisina. El binomio escritor-París suele funcionar muy bien, pero, como buen madrileño, estoy demasiado orgulloso de la ciudad que me vio nacer como para cederle méritos a terceros lugares. De este modo, y aún a riesgo de pasar por freudiano, creo que lo más oportuno es empezar por la infancia (pues también es lo más fácil).

Nací en mayo de 1998, fecha en la que comencé a escribir. Tuve la fortuna de crecer en una familia dominada por la tolerancia, valor que entró en mi hogar a través del arte y la cultura. Mis padres no me ponían ningún límite, dejándome ver películas de cualquier género sin pedir que me tapara los ojos o leer toda clase de libros. No creo que fuera uno de esos niños que maduran rápido, pero sí que creo que, gracias a esa libertad, mi forma de mirar el mundo se enriqueció más temprano de lo que habría cabido esperar. Empecé a hacerme preguntas muy pronto sobre temas que significaban demasiado, lo que, además de inundarme con dudas, debates internos y un inconformismo patológico, me hizo aferrarme a las bondades de la imaginación para crear mundos que me fueran más amables. La imaginación, en mi opinión, tiene poco de innata. La imaginación se aprende, se imita e, incluso, como diría Picasso, se roba. No he encontrado mejor material para ser robado que el que concentran los libros y las películas, la música y los ensayos, esos rincones de creatividad en los que, en mi vida nómada, encuentro mi única y verdadera patria.

 

¿Qué podremos encontrar entre las páginas de Ucronía del asesino?

Me gusta describir esta historia como una batalla, un duelo entre dos personalidades aparentemente irreconciliables.

En Ucronía del asesino se narra el encuentro de una abogada recién licenciada y un presunto criminal. Rebeca Trintignant debe defender a Bela Santos de los delitos que se le imputan, pero la relación que florecerá entre ellos será de todo menos pacífica, haciendo imposible el esperado trato cordial y de colaboración que se espera en estos casos.

Lo que el lector va a encontrar en esta novela es, fundamentalmente, a dos personajes. Esta explicación puede parecer obvia, incluso ridícula, pero se trata de dos protagonistas radicalmente ficticios, lo que explica que, a su modo, sean tan extremos y contundentes. Dos, extremos, duelo, irreconciliables, radical, contundentes… al redactar la respuesta para esta pregunta me doy cuenta de que, a lo mejor, hay algo más en la novela. Puede que incluso contenga un espejo en el que se miran nuestras polarizadas sociedades. De ser así, no puedo evitar preguntarme, ¿será el reflejo más benévolo que la realidad?

 

¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

Creo que la fuerza de este libro reside, precisamente, en su carácter ficticio. Al agarrar las manos de Rebeca Trintignant y Bela Santos conseguí distanciarme tanto de la realidad como para poder mirarla más y mejor de lo que me hubiera gustado. Encuentro en las conversaciones entre los personajes mucha elocuencia, toda ella sazonada con un poco de humor negro, que nunca viene mal. También creo que las experiencias vitales de los protagonistas son sumamente emocionantes, capaces de conmover y de asustar. Odio y amo tanto a Trintignant como a Santos, una esquizofrenia resultado de los quiebros inesperados a los que nos conduce la historia, de la verdad que guardan y revelan los dos personajes. En este sentido, espero que la novela desplace al lector de su realidad para sumergirle en una aventura narrativa repleta de misterio, creencias, melancolía, dolor y mucha, pero que mucha verdad.

 

¿Qué quieres transmitir a través de este libro?

Lo cierto es que no pretendo transmitir nada. Comencé a escribir esta novela hace años, en un punto no muy álgido de mi existencia, por lo que mi única preocupación era la de reencontrarme y liberarme en las palabras. Luego me di cuenta de que el argumento podía resultar entretenido, lo que hizo que me entraran ganas de compartirlo si con ello podía ayudar a terceros a huir, como yo había hecho, de la crudeza del día a día. Espero que la peripecia atrape a los lectores que deseen concederme el privilegio de su tiempo, que los diálogos les ayuden a viajar a los lugares desde los que nos hablan sus elocuentes y desfasados personajes y, si alguna de sus controvertidas reflexiones sirve para que cada cual se formule las preguntas que considere, estaré más que satisfecho.

 

¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

Como decía en la primera pregunta, creo que empecé a escribir el mismo día de mi nacimiento. Mi interpretación de lo que es ser un escritor es muy… particular. Para mí, la escritura es algo mucho mayor que la (a veces mecánica) acción de escribir. La escritura es una actitud ante el mundo a través de la cual se buscan respuestas a los enigmas que nos rodean. Con la escritura se crean las soluciones que en el mundo material se antojan imposibles, es la técnica con la que se consigue siempre un hueco para todo aquello que no cabe en la realidad. Así, creo que todos los niños y niñas nacen siendo escritores. La mejor prueba de ello es el juego, esa actividad que solo se diferencia de la escritura por la ausencia de la acción (a veces tan dura) de escribir. El escribir viene siempre después de haber practicado la escritura. En mi caso llegó con mi entrada a la universidad. Primero empecé a entregarme de forma compulsiva a mis diarios, necesitaba dejar por escrito el nuevo mundo y las nuevas experiencias que se abrían ante mis ojos. Luego comencé a intentar escribir poemas, persiguiendo el sueño que evocaba Vargas Llosa al decir que todo escritor sueña con ser poeta. El punto definitivo fue la pandemia, cuando la ingente cantidad de tiempo libre y la necesidad de evadirme de la dolorosa rutina me concedieron, paradójicamente, la oportunidad de testar mis aptitudes y entregarme a esta fascinante forma de vida.

 

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

El último libro que he terminado de leer es Manhattan Transfer, de John Dos Passos. Aunque es cierto que Nueva York es una ciudad que induce en mí una atracción injustificable, lo cierto es que la razón principal que motivó mi decisión fue la reactivación del recuerdo de la persona encargada de darme clases de Literatura Universal en segundo de Bachiller. Los amores secretos hacia el personal docente constituyen todo un cliché, y eso que a muy poquita gente le pasa, pero se trata de un lugar común en el que caí con 16 años. Esta persona fue la primera en hablarme de este autor americano, por quien sentía una gran admiración. Supongo que quise acercarme a su obra para recordar su presencia, o puede que para evaluar sus criterios literarios y discernir si mi amor fue consecuencia de su arsenal de conocimientos o de una pueril admiración adolescente. Tampoco descarto la posibilidad de que, ahora que uno de mis múltiples trabajos precarios con los que me financio los estudios y la vida en París es el de profesor de clases particulares, la nostalgia me haya invitado a bailar con ella para rememorar la figura de todos aquellos profesores que insuflaron en mí las ganas por seguir aprendiendo. Sea como fuere, el libro es muy bueno.

 

Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Por ahora intento sobrevivir en una ciudad tan dotada para la depredación humana como es París, lo que ocupa buena parte de mi tiempo. Cuando mi profesión de superviviente me da algún respiro, intento hacer cosas tan poco interesantes como tratar de conocerme mejor a mí mismo o procurar ser feliz. También me trajeron un libro electrónico los Reyes Magos, por lo que mi lista de lecturas se ha agrandado más de lo aconsejable. En todos los elementos anteriores está incluida, por supuesto, la escritura. Vivir lejos de casa a veces puede constituir una experiencia muy solitaria, y la escritura se ha convertido en un auténtico salvavidas. Me he convertido en el mejor protagonista de mis novelas, aunque no creo haber alcanzado el nivel suficiente como para compartir tales historias con nadie. En este sentido, puede que publicar algún día una autobiografía (un poquito ficcionada) sea mi más añorado proyecto. 


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