Entrevista a Javier Gálvez Guasp, autor del libro Revolución cosmopolita
Javier Gálvez Guasp es un escritor madrileño, abogado y lingüista. Ha residido en España, Estados Unidos y El Salvador. En 2004 publica la novela Cien lunas de maíz. Con Revolución cosmopolita nos presenta una reflexión en torno al cambio de paradigma que supone la irrupción de una nueva conciencia cosmopolita en el mundo contemporáneo. Os invitamos a conocer más a través de esta entrevista.
Número de páginas: 524
Formato: 150 x 230
Colección: Ensayo 2000
Autor: Javier Gálvez Guasp
Háblanos un poco
de ti.
Soy licenciado en Lingüística y Derecho. He trabajado algunos años como
abogado en Madrid y también en colaboración con organizaciones de defensa de
los derechos humanos en el ámbito de América Latina. Antes de eso, residí en
Estados Unidos y en El Salvador, donde tuve la oportunidad de convivir con los
desplazados de la guerra civil salvadoreña en la región de Chalatenango. Fruto
de esta experiencia fue mi primera obra publicada, Cien lunas de maíz, novela coral que refleja la vida de cientos de
personas atrapadas por la guerra. Desde allí, viajé por numerosos países de
América, como Guatemala, Bolivia, Perú, Paraguay o Argentina; también Europa y
otros lugares. Comprobé que, por encima de las divisiones nacionales, étnicas,
religiosas o lingüísticas, las mujeres y los hombres formamos una sola “patria”
o, si se quiere, una sola “nación” y que tenemos, aproximadamente, los mismos
anhelos, aspiraciones, miedos, frustraciones e incertidumbres. Que es mucho más
lo que nos une que los que nos separa. Al mismo tiempo, comprendí que el
nacionalismo, el identitarismo, lo que separa, lo que distingue entre nosotros
y ellos, lo que nos lleva al odio a “lo diferente”, es lo más parecido a una
enfermedad social, algo basado en el engaño y la manipulación. Me considero
ciudadano del mundo con todas sus consecuencias. Cosmopolita convencido. Hace
tiempo concebí el proyecto de intentar elaborar una visión cosmopolita del
mundo con una mínima dosis de coherencia, lo que yo llamo “cosmopolitismo real”
y dar voz a quienes (pocos o muchos) pensamos de forma similar. Luego empecé a
colaborar de forma más o menos flexible con organizaciones como Democracy without Borders o el World Federalist Movement-Institute for
global policy. Fruto de todo lo anterior, de extensas investigaciones y
lecturas, pero también de experiencias, viajes y conocimiento de personas
extraordinariamente enriquecedoras -tanto en lo humano como en lo intelectual-
surgió Revolución cosmopolita. Escribí el primer borrador de Revolución
cosmopolita en el período del confinamiento por la Pandemia del Covid-19 en
Madrid, cuando las consecuencias del “nacionalismo sanitario” se cebaban con
los ciudadanos más desfavorecidos del mundo, en un período particularmente
difícil para mí, debido al fallecimiento de mis padres en una residencia de la
3ª edad, la incertidumbre sobre el futuro y otras muchas cosas. Luego llegaron
la invasión de Ucrania y el ascenso de los populismos en Europa y América.
Acabé Revolución cosmopolita trabajando por las noches y los fines de semana,
debido a mis obligaciones laborales, convencido de que algunas personas –aunque
no fueran muchas- se verían reconocidas en la visión del mundo que trato de
exponer en el libro.
¿Qué podremos encontrar entre las páginas
Revolución cosmopolita?
Revolución cosmopolita
no es un libro académico ni erudito –a pesar de la densidad, pido perdón por
ello, de algunas de sus páginas y apartados- tampoco un manifiesto político, ni
menos aun un tratado de pensamiento político. Se trata de un ensayo literario,
con toda la libertad que conlleva dicho género –pues no es otra cosa- en el que
me permito una saludable dosis de utopía. Pero no espere el lector tampoco un
libro ligero. Se trata de analizar la contraposición entre nacionalismo y
cosmopolitismo desde los más variados puntos de vista, así como de “deconstruir”,
en un sentido derridiano (me refiero al filósofo francés Jacques Derrida), el
concepto de nación, y también de mostrar la inconsistencia del mismo, a pesar
de tratarse de uno de los conceptos fundacionales de lo que yo llamo el “orden
nacionalista”, es decir, de la división de la humanidad en casi doscientos
Estados-nación. En las páginas de Revolución cosmopolita el lector encontrará
un análisis de las distintas formas políticas que han precedido a la “nación”,
así como una justificación de que todas ellas no serían sino la expresión de
otras fuerzas internas, tanto económicas como culturales, cuya desaparición o
cuya modificación determina la caducidad de la correspondiente forma política,
que a la larga acaba siendo sustituida por otra más “progresiva”. Intento
aplicar dicho análisis al Estado-nación, tal y como lo conocemos a principios
del siglo XXI. A su vez, trato de entroncar lo anterior con lo que autores como
Martha Nussbaum han denominado la “tradición cosmopolita”, es decir, con la corriente
de pensamiento que se remonta a la Antigüedad griega y latina, atraviesa el
Renacimiento y la Ilustración y aflora en el internacionalismo de nuestros
días. En la tercera parte de Revolución cosmopolita, después de abogar por la
construcción, dentro de los estudios culturales, de una rama de los mismos
dedicada al cosmopolitismo, trato de relacionar la dialéctica entre
nacionalismo y cosmopolitismo con otros variados ámbitos, como la emigración a
gran escala, el arte contemporáneo, el derecho, los distintos credos
religiosos, la lingüística, las minorías sociales o la teoría matemática de las
catástrofes. En esta parte, pretendo también de divulgar la obra de autores
relativamente poco conocidos, al menos dentro del ámbito hispano-hablante, que
se han ocupado de dichos temas, como Ernest Gellner, Elie Kedourie, Pascal
Bruckner o el filósofo anglo-ghanés Kwame Anthony Appiah. En la parte utópica -o
prospectiva- del libro, que en realidad se encuentra diseminada a lo largo de
distintos capítulos, analizo conceptos como el “despertar cosmopolita”, el
colapso del orden nacionalista o la sociedad cosmopolita del futuro, lo que en
definitiva no deja de ser una hipótesis, esbozando de forma aproximativa cuál
sería el concepto de sociedad, el concepto de derecho y el concepto de
ciudadanía que resultara del “cosmopolitismo real” o bien del cosmopolitismo
“tomado en serio” que es lo que realmente trato de abordar en el libro.
¿En qué ingrediente reside la fuerza de este
libro?
Creo que la fuerza de
Revolución cosmopolita estriba precisamente en lo anterior, es decir, en que
pretendo “tomar en serio” los principios e ideales del cosmopolitismo a la hora
de abordar, al menos, una pequeña parte de los problemas globales de nuestro
tiempo. No se trata de encomiar las relaciones internacionales, de predicar “el
entendimiento pacífico entre las naciones”, que al final no viene a ser sino
papel mojado, cuando por debajo late una acendrada ideología nacionalista;
tampoco de propugnar la curiosidad y el interés hacia otras culturas y formas
de vida, o una cierta dosis de apertura mental hacia lo que nos parece
diferente. Se trata de intentar llegar hasta el final de la idea, como diría
Céline, de superar el nacionalismo, de mostrar –o intentar mostrar- el carácter
artificial y contingente de su pivote fundamental, como sería la idea de
nación, un instrumento inicialmente concebido para legitimar un determinado
tipo de poder. Pero también la fuerza del libro podría ser su debilidad pues,
al reclamar un cierto tipo de “patriotismo cosmopolita” o de convicción en la
unidad fundamental de la especie humana, intento apelar, como antaño hiciera el
nacionalismo, no solo a argumentos de tipo lógico y racional, sino también a
elementos de tipo sentimental, incluso irracional, de ahí la importancia que se
confiere en Revolución cosmopolita a la literatura y el arte, a lo que denomino
“alienación nacionalista”, a la lingüística o a mi peculiar interpretación de
las religiones, singularmente el Cristianismo, el Islam y el Budismo, en tanto
que credos esencialmente universalistas. En definitiva, creo que la fuerza del
libro residiría en la libertad de pensamiento que trato de reflejar en sus
páginas, en el hecho de intentar construir, aunque sea en sus estadios más
rudimentarios, una visión alternativa del mundo, coherente con la idea de que
gran parte de los elementos que conforman lo que llamamos naciones han dejado
de resultar útiles a la humanidad en su conjunto y de que los “valores
nacionalistas” deben ser sustituidos por nuevos valores de naturaleza
cosmopolita y universalista. Que nos va en ello algo tan importante como la
supervivencia en tanto que especie sobre la Tierra.
¿Qué quieres
transmitir a través de este libro?
Lo que
fundamentalmente quiero transmitir a través de Revolución cosmopolita, aparte
de las ideas anteriores, es la validez actual del pensamiento cosmopolita, una
de las tradiciones intelectuales más antiguas y abiertas del mundo, una
perspectiva sobre las relaciones políticas y sociales no solo realista, sino
también altruista, basada en la generosidad y la tolerancia, antes que en el
egoísmo, el identitarismo, la intransigencia o el nativismo. Deseo transmitir
que la dialéctica entre nacionalismo y cosmopolitismo sería el “tema de nuestro
tiempo” en palabras del filósofo Ortega y Gasset. Que dicha dialéctica no solo
tiene lugar en el ámbito de la política, sino que repercute en numerosos otros
campos de conocimiento, como el arte contemporáneo, la religión, el derecho, la
lingüística, la literatura y otra serie de ellos que por razones de espacio no
he podido abordar en el libro. Que no se trata de una moda pasajera, de simple
“globalismo” económico, sino de una visión coherente que cuenta con su propia
tradición ética y filosófica y que impregna la mayor parte de los credos de las
principales religiones de la humanidad. Que la tradición cosmopolita no supone
ningún tipo de “nivelación cultural” ni de eliminación de las peculiaridades
inherentes a los distintos grupos humanos, más bien todo lo contrario. Que
problemas como la forma de abordar el cambio climático, el terrorismo
internacional, la proliferación nuclear, la pobreza y el hambre, las grandes
crisis sanitarias, el cibercrimen, las guerras y otros muchos, no pueden ser
resueltos con instrumentos caducos, como serían los Estados-nacionales
actualmente existentes, sino mediante la creación de estructuras
internacionales capaces de emanar normas de obligado cumplimiento por parte de
todos los ciudadanos del mundo, especialmente mediante la creación de un
Parlamento mundial. Y también que, a nivel individual, no tenemos que esperar a
que se produzcan todos estos importantes cambios institucionales, que podemos
convertirnos a nosotros mismos en genuinos ciudadanos del mundo, lo cual no
dejaría de enriquecernos como personas, de ampliar nuestros horizontes, de
“des-etiquetarnos” y de convertirnos en pioneros de la sociedad cosmopolita que
tarde o temprano, al menos en mi opinión, acabará sustituyendo al orden
nacionalista. Que esta sociedad cosmopolita, a partir de la última revolución
tecnológica, ya está aquí con nosotros.
¿Cómo describirías tu trayectoria de
escritor desde la primera publicación hasta esta última?
Mi trayectoria como
escritor se reduce a la publicación de la novela Cien lunas de maíz así como a otra obra de ficción, Tebas, que próximamente se publicará en
esta misma editorial. Cien lunas de maíz es
una novela coral que refleja la vida de cientos de campesinos que tuvieron que
abandonar sus hogares como consecuencia de la guerra civil en El Salvador, para
internarse en la selva de Chalatenango y sobrevivir allí, sin apenas recursos,
durante años. En realidad se trataría de una obra de semi ficción, pues está
basada en las entrevistas que mantuve con los supervivientes del aquel éxodo
singular, así como en las historias orales que pude recopilar entonces. Tebas sí es pura ficción, y en ella
trato de reflejar, a partir de unos datos biográficos mínimos, la vida de la
pareja de filósofos vagabundos formada por Crates de Tebas e Hiparquía de
Maronea, precursores de la corriente de vida cínica y también de ideas tan
sorprendentemente contemporáneas como el ecologismo, el feminismo o la no discriminación
por motivos de etnia, origen o lugar de procedencia. La revalorización de la
vida sencilla y el retorno a la naturaleza es el hilo que conectaría Tebas con Cien lunas de maíz, dos novelas que tienen mucho en común, a pesar
de que la primera esté ambientada en la época de Alejandro Magno y la segunda
en la Centroamérica de finales del siglo XX. Esto no quiere decir que no haya
escrito otras cosas, pero las dificultades del mercado editorial, así como la
necesidad de compatibilizar la creación literaria con un trabajo remunerado han
supuesto un obstáculo a la hora de escribir más libros.
¿Cuál fue el
último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?
Desde hace un par
de años –aproximadamente el mismo tiempo que me llevó escribir Revolución
cosmopolita- he descubierto el tesoro de la literatura africana, que en mi
opinión va a constituir el “boom” del siglo XXI. Me fascinaron obras como Things fall apart (Todo de desmorona) de Chinua Achebe, Purple Hibiscus de Chimamanda Ngozie Adichie o The perfect nine de Ngugi wa Thiong´o. Aparte estaría todo Wole
Soyinka y la riqueza poética de la literatura subsahariana en francés, desde
Senghor hasta Alain Mabanckou. Si dispongo de tiempo, en el futuro me gustaría
escribir algún pequeño libro introductorio de literatura africana para lectores
hispano-hablantes.
El último libro
que leí se entronca con esta tradición, A
history of burning, de Janika Oza, escritora de origen indio pero cuya
familia residió en Kenia y Uganda durante muchos años, hasta ser expulsados
tras la llegada al poder del dictador Idi Amin y trasladarse a Canadá. Una
amiga de Toronto, donde estuve el verano pasado, me lo recomendó, pero el libro
es muy reciente, de mayo de 2023.
Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?
Actualmente estoy
trabajando en un libro complementario de Revolución cosmopolita, pero más
centrado en las ideas de los autores que yo considero precursores de la
corriente cosmopolita. Algunos son de sobra conocidos como Kant o Erasmo de
Róterdam. Otros son artistas, escritores, pedagogos o científicos, cuya
vertiente cosmopolita no ha sido aun suficientemente estudiada. Entre ellos
estarían Dante, Cervantes, Goethe o William Penn, el fundador del estado de
Pennsylvania. Y otros poco o nada conocidos en el ámbito hispano-hablante como
Komensky o Anacharsis Cloots, autor de un libro denominado La República universal, que
le costó ser guillotinado durante la Revolución francesa. Pero también Albert
Einstein y los federalistas de la segunda mitad del siglo XX. Un panorama
riquísimo, fascinante, que se extiende desde la música (Barenboim) a las artes
escénicas (Peter Brook) y a la crítica literaria (George Steiner); y también a
la creación de las instituciones europeas o las Naciones Unidas.
También tengo
pendiente convertir en un libro el trabajo de fin de carrera que realicé cuando
estudiaba Lingüística, que está centrado en la literatura de la Revolución
mexicana y la construcción de la idea de nación, en México, a través de la
literatura de ese período histórico, con autores como Mariano Azuela, Martín
Luis Guzmán o José Vasconcelos. México me parece un lugar fascinante, que
conozco casi exclusivamente a través de su rica e increíble literatura. Si en
el futuro tengo la suerte de disponer de un año sabático, iré a México para
terminar ese libro.
No voy a
extenderme más, pero tengo también otros proyectos relacionados con la
literatura de ficción. Espero disponer del tiempo y la tranquilidad suficientes
como para poder dedicarme a ellos próximamente.
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