Entrevista a Noé Baryn, autor del libro MYP-33
Noé Baryn es un escritor hispanoamericano que escribe desde muy joven y ha publicado varios libros bajo diferentes pseudónimos. MYP-33 son unas narraciones de ciencia ficción donde muchas veces la ficción es muy semejante a la realidad actual. Os invitamos a conocer más a través de esta entrevista.
Formato: 150 x 230
Colección: Adarve
Autor: Noé Baryn
Cuéntanos un poco de ti.
Es complicado hablar de
uno mismo. En todo caso, he vivido toda mi vida exiliado. Salí a los veintidós
años de Guatemala para escapar de una guerra civil, una guerra fratricida como
todas. He vivido en México, Alemania e Inglaterra y, ahora, resido en Francia.
He habitado en casi veinte diferentes ciudades a lo largo de mi destierro.
Estoy habituado a llegar y partir. He sido algo así como un vagabundo por
vocación y destino. A veces ya no siento raíces en ninguna parte, quizás porque
biológicamente uno está más cerca de un animal nómada que de un árbol sedentario.
Cuando estoy en América añoro Europa, y cuando estoy en Europa añoro América. O
sea, talvez soy cosmopolita, pero así me siento bien. Supongo que he superado
los nacionalismos que, a estas alturas, me parecen extravagantes. Hay planeta y
humanidad, eso es todo, y debemos procurar que ambos subsistan.
¿Qué podremos encontrar entre las páginas de MYP-33?
Un intento por conocer el futuro. El pasado de
nuestra especie y del universo los conocemos más o menos bien, tenemos ideas
generales válidas sobre cómo fueron o sucedieron las cosas. Pero el futuro es
obscuro. Y, sin embargo, con un poco de imaginación o, si se prefiere, sentido
común podemos intentar vislumbrarlo. Yo creo que es necesario ese esfuerzo,
además, es divertido.
¿En qué
ingrediente reside la fuerza de este libro?
Responder esta pregunta es más difícil que hablar de
uno mismo. Talvez eso depende del lector, de su sensibilidad o mentalidad. Por
otra parte, intento hacer ciencia ficción un poco diferente.
¿Qué quieres transmitir a través de este libro?
Hay dieciséis
narraciones en el libro y cada una de ellas nace de una inquietud distinta. Son
temas que me preocupan o, simplemente, me llaman la atención. A veces, según
creo, se manifiesta en el libro mi admiración por la ciencia, a veces mi temor
ante la tecnología moderna, que bien puede conducirnos a un mundo mejor, a la
autodestrucción o a un laberinto infernal del cual podría ser imposible salir.
En todo caso, la humanidad, tal y como la conocemos, puede desaparecer en
relativamente poco tiempo. Eso es enigmático e intimidante.
¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera
publicación hasta esta última?
Yo tardé mucho en llegar a la ciencia ficción. Escribo desde adolescente porque esa es mi
vocación. En Berlín Occidental, a mediados de los años ochenta, publiqué
y, también, gané por certamen un par de becas literarias. He sido articulista
en periódicos o revistas de mi país. Pero como viví trece años en Alemania,
diez en Inglaterra y ya llevo casi quince en Francia, siempre he estado
bastante desconectado del mundo de habla hispana. Yo he tratado de hacer mi
trabajo lo mejor posible.
¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo
elegiste?
Leí The language of God
(El lenguaje de Dios) del genetista Francis Collins, quien fue el director de
la hazaña que significó mapear el ADN humano. Lo leí porque me interesa el tema
y porque el autor es un científico que se convirtió al cristianismo luego de
una lucha interna muy dura con su propia formación científica o materialista. Y
también me interesó esa parte del libro. Yo creo en Dios. No soy religioso, no
me adhiero a ninguna confesión, pero soy creyente. Y ese libro me reafirmó en
la convicción de que el origen de muchos problemas radica en el olvido de lo
espiritual. El círculo de nuestras conciencias individuales, de nuestra visión
de la vida, no está completo porque hemos abandonado la búsqueda de lo
trascendente.
Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?
Estoy escribiendo una novela que habla de un amor
en el futuro, de una pareja que se enfrenta a diversos problemas a finales del
siglo XXI. Aún no sé si va a cuajar ese proyecto.
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